48- Ni Luna, ni nada.
Agitada, con el corazón retumbándole en el pecho como un tambor de guerra y la adrenalina bulléndole en las venas, Mairen llegó frente a los altos portones de la manada de Ronald, exigiendo verle.
Su voz vibraba con urgencia y fuego, pero lo único que recibió fue una orden seca: esperar fuera.
Se le permitió sentarse en una banca de piedra frente a la mansión, con vista directa a la imponente fachada que tanto la había fascinado la primera vez…
Frunció el ceño. ¿Por qué el trato era distinto? ¿Por qué ahora la miraban como una amenaza y no como una aliada?
Dos lobos uniformados custodiaban la entrada, observándola con una mezcla de burla y desdén, como si ella fuese una ratera vulgar que planeaba robarse la vajilla de plata.
La rabia la hizo hervir.
—¿Saben quién soy, para que no me permitan entrar a ver al alfa? —soltó de golpe, alzando la voz con una furia que intentó dominar, pero que le temblaba en los labios.
Los guardias intercambiaron miradas... y luego se rieron.
—¿Y quién e