44- No toques a mi alfa.
Una punzada de duda cruzó su pecho. Ronald la notó, y sonrió con crueldad antes de girarse hacia Gregor.
—Y tú… —le dijo con desdén—. ¿Sabías que la loba que fingía ser la princesa no lo era y aun así te aprovechaste? ¿Usaste a la princesa verdadera para ganar poder? ¿O fue solo por placer? Ahora entiendo por qué la llamas “tu luna”. ¡Eres un miserable! Un oportunista que no deja pasar ni la más mínima oportunidad.
Gregor gruñó.
—Curioso… —murmuró—. ¿Por qué no pareces tan sorprendido de saber que ella es la princesa? ¿Sabes por qué? Lo sabías desde el principio, ¿verdad? ¡Tú estuviste en su fiesta de los dieciocho años! ¡Tú la viste! ¡La reconociste! ¡Y te callaste!
Ronald entrecerró los ojos. El odio se dibujó en sus facciones, y sin decir una palabra más, alzó la mano.
—¡Atrápenlo! —ordenó.
Varios de sus hombres se lanzaron de inmediato. Unos se transformaron en lobos en el aire, cayendo sobre Gregor con furia salvaje, mientras otros, aún en forma humana, se abalanzaron con cuchill