23- Desayuno para el alfa.
Minutos después:
El olor a madera vieja y humedad impregnaba la cabaña, mezclándose con el leve aroma metálico de la sangre.
Elyria estaba atada a un poste de madera, con las muñecas enrojecidas por la fricción de las cuerdas. Intentó concentrarse, forzando su cuerpo a canalizar el poder que los brazaletes contensores no retenían del todo, pero nada sucedió.
La impotencia la consumía.
Un golpe le hizo ladear el rostro. Luego otro. No eran golpes para matarla, pero sí lo suficientemente fuertes para hacerle arder la piel.
Sus ojos brillaban con una furia oscura mientras los dos lobos la miraban con indiferencia.
—Golpear a un humano es como jugar con arcilla… son tan frágiles. No es agradable —murmuró uno de ellos, retrocediendo con una mueca de desagrado.
Elyria escupió sangre al suelo, levantando la mirada con una sonrisa torcida.
—Cobardes. Los mataré en cuanto pueda.
— ¿Cómo piensas hacer eso? ¿Con un cuchillo de cocina? — se burló uno de ellos, provocando la risa de su compañe