5.

Levantó la mirada con el rostro ardiendo de vergüenza y se encontró cara a cara con el joven de mirada triste que había notado en la ceremonia.

Y sus ojos se encontrron por primera vez.

El joven misterioso se apresuró a ayudarla, sus manos fuertes y gentiles se posaron en sus brazos para asistirla.

— Lo siento, Su Alteza, ¿está herida? — preguntó él, su voz era profunda y sorprendentemente amable.

Bella, sin embargo, estaba demasiado avergonzada por el accidente y temía ser descubierta descalza en el pasillo. Ella solo quería evitar cualquier situación que pudiera ser interpretada como debilidad o vulgaridad.

Ella se apartó del contacto del hombre rápidamente y se levantó sola, sacudiéndose las arrugas del vestido y recuperando la compostura con esfuerzo.

— ¡Mis disculpas! — se apresuró a decir. Ni siquiera lo miró bien. — Ha sido mi torpeza. Lo siento mucho.

Sin esperar a que él respondiera se dio media vuelta y se alejó a toda prisa.

(...)

La habitación era más lujosa que cualquier otra pero la atmósfera estaba cargada de tensión y resentimiento.

Sofía era una mujer de belleza feroz, vestida con ropas lujosas que evidenciaban su alto estatus en la corte a pesar de no ser la Reina y presumía de tener el infinito cariño del rey.

Ella se aferró a Teo Dan mientras las lágrimas brillaban en sus ojos.

— ¿Por qué esa mujer está aquí? — susurró — ¿Sabes la humillación que siento al ver que te has casado con ella? Soy yo quien debería estar en el salón. ¿Qué se supone que debo hacer ahora?

Teo Dan la abrazó para calmarla.

— A mí también me parece increíble, Sofía... Una niña tan débil no debería haber sobrevivido al viaje. Escapó a todos los asesinos que envié para que muriera en el camino.

Sofía se apartó ligeramente, la furia encendida en sus ojos.

— Ella merecía morir... Si tan solo mi gente no hubiera perdido todo en la guerra yo hubiera podido casarme contigo legítimamente con la dote que este reino necesita. Pero ahora tenemos a esa... cosa.

— Escúchame. Solo necesito a esa chica por el protocolo y a los cofres de oro y tierras que trajeron como ofrenda de paz... Encontraremos una forma de resolverlo y de que podamos casarnos. Te lo prometo, Sofía. Me encargaré de todo. Dame tiempo, y ella dejará de ser un problema.

El Rey besó a su amante.

Las sirvientas de la nueva residencia de Bella la ayudaron a desvestirse y a limpiarse. La vistieron con un camisón sencillo y la dejaron con los pies vendados debido a las ampollas.

Mientras una de las doncellas arreglaba la ropa nupcial, Bella sintió que la curiosidad por el joven del pasillo era más fuerte que su timidez. Se atrevió a preguntar manteniendo su voz casual.

— Ese joven que estaba solo en el salón, de apariencia tan... seria. ¿Quién es?

La doncella pareció sorprendida por el interés de la Reina, pero respondió sin dudar como si hablara de una figura pública muy conocida.

— Seguramente se refiere a Sebastian, Su Alteza. Él está a cargo de la seguridad militar del país, es el brazo derecho del Rey y su amigo más cercano. Él y su majestad el Rey Teo Dan son inseparables.

Los padres de Sebastian habían sido grandes benefactores del Rey y pilares de su ascenso al poder. Pero cuando Sebastian tenía apenas diez años, una tragedia golpeó a su familia: su tribu fue atacada por otros grupos étnicos y sus padres desaparecieron en la confusión de la masacre.

— Fue el Rey Teo Dan quien lo salvó. El Rey lo rescató y lo sacó adelante. Sebastian subió de estatus en Kaelar gracias a su trabajo duro y esfuerzo. Es una historia maravillosa y un ejemplo de la lealtad del Rey. No hay nadie en el reino que no la conozca.

''Sus padres... desaparecieron.''

Ella pensó en la profunda tristeza que había visto en los ojos de Sebastian en el salón. Aunque el Rey lo había rescatado y le había dado un puesto...

''Probablemente Sebastian tiene siempre esa mirada triste porque él, como yo, tampoco sabe dónde están sus padres o qué les pasó realmente.'' Pensó, sintiéndose ligeramente afligida.

La idea de que había alguien más en ese palacio de hierro que compartía su dolor y su incertidumbre sobre sus padres le ofreció un pequeño y frío consuelo.

Mientras las sirvientas terminaban de aplicar una capa ligera de maquillaje para disimular su palidez, Bella no podía dejar de pensar en Sebastian.

"No es de extrañar que sus ojos parezcan tristes pero poderosos,"

El sonido de un gruñido de su propio estómago la sacó de sus pensamientos. Con toda la conmoción Bella no había comido adecuadamente en casi días.

Afortunadamente, el vestido de recepción que le pusieron era menos ajustado y mucho más decente que el vestido de novia que había usado.

Siguiendo las instrucciones de las sirvientas, se dirigió sola al gran salón del banquete. Al entrar los murmullos sobre su apariencia, su ropa y su supuesta "vulgaridad" flotaban en el aire.

Pero Bella era sorprendentemente incapaz de escuchar los malos comentarios. Su atención estaba completamente atrapada por la visión del banquete. Las mesas estaban cargadas con una abundancia de comida que superaba cualquier cosa que hubiera imaginado: carnes asadas, frutas frescas, pan caliente y pasteles. Su único pensamiento era:

'Solo quiero comer una gran comida como la que nunca he tenido.''

Con la mente fija únicamente en saciar su hambre, Bella caminó directamente hacia la mesa principal donde se sentaría con su ahora esposo, el Rey Teo Dan.

El Rey estaba enfrascado en una conversación, y en el momento en que Bella llegó, un hombre mayor y corpulento se puso de pie para saludarla.

— Permítame presentarme, Su Alteza. Soy el Ministro García. — dijo el hombre con voz autoritaria. Sin embargo, no hizo ninguna reverencia. Era una falta de respeto que, a ojos de toda la corte, dejaba clara la falta de autoridad de la nueva Reina.

Antes de que Bella pudiera responder, el Ministro señaló a una joven que estaba sentada junto a él.

— Y esta es mi hija. Sofía de la Garza García, a su disposición.

Bella miró a la joven y su corazón se hundió. Sentada en el asiento continuo al que le correspondía a Bella (el asiento de honor de la Reina) estaba Sofía vestida con un vestido tan ostentoso que parecía la verdadera novia.

Sofía se puso de pie, su movimiento era grácil y estudiado. Se inclinó sobre la mesa, ofreciendo una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

— Bienvenida, querida Reina. Es una alegría tenerte aquí — dijo Sofía con una voz dulce pero falsa.

Sofía fingió una expresión de preocupación, sus ojos recorrieron la figura delgada de Bella con un falso pesar.

— Querida, debes cuidarte. Estás tan delgada. Es admirable que hayas logrado sobrevivir a ese largo viaje con esa... complexión. Debes comer mucho aquí en Kaelar para que puedas desarrollar tus... Atributos de mujer y así puedas satisfacer a nuestro Rey, ¿verdad?

Bella se sintió avergonzada, a comparación de Sofía, sus ''atributos de mujer'' no eran tan grandes.

Teo Dan, su esposo, no hizo el menor intento de detener o defenderla. Simplemente observaba la escena con una fría indiferencia, una aprobación silenciosa de la crueldad de Sofía.

— Te agradezco tu preocupación, Sofía — respondió Bella, usando un tono glacial. — Pero permíteme que te haga una pregunta que parece habérsete escapado en tu prisa por sentarte en un lugar que no te corresponde.

Bella alzó la voz lo suficiente para que la mesa entera, incluyendo al Ministro, la escuchara.

— ¿Desde cuándo la simple hija de un ministro se siente con la autoridad para hablarle tan descortésmente a la nueva Reina de Kaelar? Dado tu estatus ni siquiera deberías estar sentada aquí.

El silencio en la mesa fue absoluto. El rostro de Sofía se puso blanco de la sorpresa y la rabia contenida. El Ministro se removió incómodo.

Bella no esperó una respuesta. Con la dignidad que le permitía su escasa fuerza regresó a sentarse, dándole la espalda a Sofía.

Teo Dan finalmente habló, su voz era grave.

— Sofía solo quería ayudarte, Bella. Ella es la reina socialité del reino entero. Deberías agradecer su guía.

Bella tomó un trozo de pan y lo mordió con ferocidad. No estaba interesada en escuchar la justificación del Rey ni la posición social de esa mujer. Solo quería comer hasta que su estómago estuviera demasiado lleno para pensar y así poder concentrarse en su verdadero objetivo.

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