4.

Bella despertó sobresaltada, pero el miedo se disipó al momento.

El cuarto estaba ordenado. La puerta y la ventana estaban cerradas, y no había rastros del hombre de negro ni de la daga. No había sangre ni restos en el suelo. El aire de la mañana era frío y limpio.

''Fue un mal sueño febril...'' se dijo.

Pronto, el viaje se reanudó. Durante días, el carruaje traqueteó hacia el este hasta que finalmente llegaron a las fronteras del Reino de Kaelar.

Al detenerse la comitiva, Bella miró por la ventanilla: Había Una línea de soldados de Kaelar vestidos con uniformes oscuros y armaduras relucientes la esperaba, estos soldados se inclinaron con una profunda y respetuosa reverencia al ver el carruaje de la princesa.

El gesto la conmovió profundamente.

Al menos ella pensó que en este nuevo reino su posición sería respetada.

Bella descendió del carruaje. Sintió de inmediato una diferencia palpable en el ambiente: a diferencia del aire gélido de su tierra natal ahí hacía calor.

— Bienvenida, futura Reina —dijo el Jefe de Mayordomos, bloqueándole el paso. — Perdone mi rudeza pero debo informarle que hay una pequeña tradición aquí en Kaelar: La futura Reina debe ser escoltada a palacio por primera vez por su esposo, el Rey. Es un símbolo de unión y compromiso.

Bella se sintió algo decepcionada, pero aceptó con una ligera inclinación.

— Entiendo. Entonces, ¿debemos esperar la llegada del Rey Teo Dan?

— Así es, Su Alteza.

Bella se quedó quieta en el camino de entrada, esperando.

Los minutos se estiraron y se convirtieron en horas. El sol se elevó en el cielo, volviéndose fuerte e implacable. El calor de Kaelar que al principio era una agradable novedad comparado con el frío comenzó a volverse doloroso.

Bella sintió cómo el sudor se le pegaba a la piel, su delgadez no le daba protección contra el calor abrasador y el Rey no aparecía.

Justo cuando Bella sintió que las piernas podían fallarle, la multitud de soldados se movió.

El Rey Teo Dan llegó a caballo y se detuvo justo delante de Bella, quien intentó enderezar su espalda a pesar de la debilidad.

La expresión del Rey Teo Dan era de puro asco y odio mientras sus ojos recorrieron la figura delgada y sudorosa de Bella, vestida con las telas abultadas.

— Así que esta es la 'Princesa' que me envía Ulises. — dijo. — Me advirtieron que la casa real de Azeroth estaba en declive, pero no sabía que me enviarían las sobras.

La crueldad era inconfundible, sin embargo, Bella se recuperó y pensó:

''No rezo por su amor ni por nada. Solo espero poder vivir una vida normal aquí, tener comida y techo para recuperar la fuerza. Luego, encontraré la manera de averiguar el paradero de mi madre.''

Su madre le había mencionado una vez que la tribu de donde ella venía no estaba demasiado lejos de las fronteras de Kaelar.

Esta era la única razón para soportar la humillación.

El Rey Teo Dan desmontó de su caballo con una agilidad impresionante, sus ojos, fríos como el hielo, nunca abandonaron a Bella. Los guardias se acercaron para llevarla, pero él los detuvo con un gesto, aún mirando a la mujer que tenía delante.

El desprecio en su rostro era evidente

''¿Cómo es posible?'' pensaba Teo Dan, sus puños apretando las manos en puños. ''¿Por qué la gente que envié fracasó?''

La ira lo carcomía. Él había ordenado que la mataran, que desapareciera en el camino antes de que pudiera manchar su corte con su presencia insignificante. El hombre de negro que había fracasado era uno de sus agentes más letales.

Teo Dan observó a Bella mientras se tambaleaba por el agotamiento bajo el sol implacable. Se veía frágil, casi a punto de desmayarse.

''Ni siquiera tiene la fuerza para mantenerse de pie" siseó Teo Dan para sí mismo, pero lo suficientemente fuerte como para que sus guardias lo oyeran.

— Quítenle esa ropa, denle un baño y que la lleven a sus aposentos. — ordenó finalmente Teo Dan — Y que se le prohíba deambular por el palacio sin escolta. No Quiero tener que ver ese rostro.

Bella fue llevada al interior del palacio de Kaelar por los guardias.

Para su sorpresa la residencia asignada a la futura Reina era lujosa. La riqueza de Kaelar era evidente en cada detalle, una promesa de que al menos no volvería a pasar frío.

Un escuadrón de sirvientas irrumpió en la habitación. Venían con un propósito claro: preparar a la princesa para la ceremonia de la boda.

Las mujeres no eran nada educadas ni gentiles. Estaba claro que el desprecio del Rey se filtraba hasta el personal de servicio.

Mientras una de ellas le ataba un pesado cordón de seda alrededor de la cintura, la sirvienta, una mujer joven de ojos afilados, no pudo contener su insolencia.

— El Rey no suele desperdiciar los lujos en las mercancías de intercambio. — murmuró la sirvienta — Te recomiendo que no te acostumbres a esto, Princesa. Aquí sabemos cuánto vale realmente una mujer que fue traida como rehén desde el extranjero.

Bella sintió que la rabia se concentraba en su estómago. Su instinto de supervivencia le gritó que no podía mostrar debilidad en este nuevo reino.

Se levantó de golpe, la mirada fija y firme en el rostro de la sirvienta.

— ¿Así es como tratas a la nueva esposa del Rey? — Intentó mantenerse firme. — Puede que sea nueva aquí, y puede que venga de lejos, pero desde este momento, seré tu Reina.

Bella se obligó a mantener la compostura. Ella sabía que en Kaelar, nadie conocía su pasado patético: que era una princesa hambrienta y sin hogar. Por lo tanto creía que podría ser respetada de alguna forma.

Bella, ahora vestida con el pesado y lujoso vestido de novia, fue escoltada a la gran sala donde se celebraría la ceremonia.

El Rey Teo Dan ya la esperaba en el estrado central y se veía visiblemente irritado. Era obvio que quería terminar con el evento lo más rápido posible.

— Haz esto rápido, omita las palabras sin sentido y las charlas innecesarias. — Le pidió al sacerdote apenas Bella se acercó.

Mientras el Sacerdote pronunciaba las palabras de la unión y la bendición de la diosa, Bella sentía el peso del velo sobre su rostro. Buscó una distracción a la fría hostilidad de su esposo volteando la cabeza para mirar a los invitados.

Lo que vio la sorprendió.

Todos los asistentes eran personas refinadas y elegantemente vestidas.

Para nada se trataban de simples ''bárbaros'' como su padre los describía.

Su atención se desvió de la multitud hacia un único hombre sentado solo en la última fila lateral. Estaba apartado de los demás, sin hablar con nadie. Su atuendo era sencillo a diferencia del resto de la corte.

A través de su velo, Bella percibió una tristeza profunda.

Bella sintió una conexión instantánea y fugaz con ese desconocido.

El Rey Teo Dan la tocó bruscamente en el brazo, trayéndola de vuelta a la realidad cuando la ceremonia había terminado.

El Sacerdote había declarado al Rey Teo Dan y a Bella marido y mujer, pero no había ni celebración ni alegría. El Rey inmediatamente se dirigió a sus generales y nobles más cercanos, inmerso en una conversación seria sobre asuntos de estado, ignorando por completo a su nueva esposa.

Bella se sintió increíblemente sola e incómoda. Su única meta era escapar de la tensión y el escrutinio del salón. El lujoso vestido de novia no era de su talla y le quedaba demasiado ajustado en el corpiño y la hacía sentir asfixiada.

Además escuchó claramente comentarios que la llamaban vulgar por la forma en que el vestido, apretado y con un escote prominente, revelaba su figura. La desnutrición la hacía más delgada, lo que acentuaba la falta de ajuste y alimentaba el chisme de la corte.

Decidida a escapar de la humillación, Bella salió discretamente del recinto nupcial. Para su alivio la gente estaba tan poco interesada en ella que nadie la siguió. Era invisible... Y libre.

Al llegar a la esquina del pasillo soltó un suspiro de alivio. Lo primero que hizo fue quitarse los zapatos de tacón. Nunca había usado algo así y sus pies estaban doloridos y con ampollas. Los dejó a un lado y sintió el alivio del mármol fresco bajo sus pies.

Pero la paz duró poco.

Escuchó pasos al final de la esquina del pasillo. Instintivamente y para evitar cualquier rumor o incidente que pudiera dar pie a más desprecio, Bella intentó apresurarse a volver a ponerse los tacones.

El pánico y el cansancio la hicieron fallar. El largo y pesado vestido se enganchó bajo su pie tras ponerse el primer zapato. Bella perdió el equilibrio, y en lugar de caer al suelo, se tropezó y cayó directamente sobre la persona que acababa de doblar la esquina.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP