Perspectiva de Elio
Elio permanecía de pie frente al ventanal de cuerpo entero en su estudio, tamborileando los nudillos sobre el escritorio de caoba.
La Luna llena se acercaba y su lobo estaba especialmente inquieto. Acababa de expulsar a Isabela de la casa de la manada, pero ahora tenía algo aún más importante que hacer.
Su asistente entró apresurado, extendiéndole una carpeta. —Alfa, hemos confirmado la ubicación de la antigua Luna. Está en un estudio de terapia artística en la Costa Oeste. Nuestros rastreadores finalmente captaron su rastro.
Dentro del expediente había una foto instantánea en la que Ana estaba agachada frente a una niña pequeña, limpiando restos de pintura de su rostro con delicadeza.
Junto a Ana se encontraba un hombre alto, de gafas, que las observaba sonriendo. Incluso a través de la imagen, se podía percibir un sutil aroma lobuno emanando de él.
La luz del sol se filtraba por la ventana, bañando a los tres en un resplandor cálido.
A Elio, aquella escena domésti