Perspectiva de Elio
Pasó todo un mes desde que Ana desapareció para que Elio siquiera notara que algo andaba mal.
Había pensado que solo estaba jugando a hacerse la difícil, pero cuando se dio cuenta de que no podía localizarla, ni rastrear su familiar aroma a jazmín, finalmente se tomó el asunto en serio. Envió a los mejores rastreadores de la manada a buscarla, sin embargo, todos regresaron con las manos vacías. Contactó a los lobos con quienes Ana solía ser cercana, no obstante, nadie la había visto. Cortó el enlace mental con impaciencia, se volvió hacia su Beta y revisó la cuenta bancaria de Ana: cero gastos en la tarjeta negra que le había dado. Ana solo había tomado sus propios ahorros al irse, nada más.
—Así que al final, sí tiene dignidad —se burló Elio, su orgullo negaba el dolor del vacío en su pecho—. Solo quiere que los cachorros y yo corramos tras ella, ¿verdad? Un truco infantil que no funcionará.
A la mañana siguiente, en el desayuno, Manuel y Marta charlaban animadame