Perspectiva de Ana
La puerta se abrió y las campanillas tintinearon al instante.
Alcé la mirada y mi sonrisa se congeló. De inmediato, mi loba captó un aroma familiar.
—¿Marta? —Mi voz tembló levemente.
Mi vista atravesó a la cachorra, posándose en Elio. Pero mi expresión no era feliz, era de fría resistencia. Incluso solté un aroma defensivo instintivamente.
—¿Q-qué hacen aquí? ¿Cómo me rastrearon?
Curiosa, Sofía miraba a los extraños que habían irrumpido, ocultándose instintivamente detrás de mí. Con su sensibilidad, la niña percibió la tensión en el aire.
Gabriel se levantó, colocándose sutilmente delante de nosotras, su aroma lobuno se volvió alerta.
—¡Mamá! —Manuel también entró corriendo, abrazando mi pierna con fuerza, sus ojos estaban llenos de lágrimas. El aroma caótico de sus emociones urgentes llenó el ambiente.
—¡Te extrañamos mucho! ¿Has estado con estos dos todo este tiempo? ¿Fue por ellos que te fuiste?
Miró a Sofía con hostilidad, la posesividad del pequeño cachorro lob