Perspectiva de Ana
Cada pregunta fue como una bofetada, dejando a Elio sin palabras, hasta su autoridad como Alfa quedó destrozada.
Los dos cachorros lloraron con más fuerza, aferrándose a mi ropa, sus instintos de pequeños lobos los hacían tratar de recuperar a su madre desesperadamente.
—Nos equivocamos… mamá… —sollozó Marta sin aliento, con las pequeñas orejas lobunas caídas por la tristeza—. A partir de ahora, solo te amaremos… nunca más te haremos daño.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero mi determinación no flaqueó.
Gabriel me pasó un pañuelo en silencio, y ese pequeño gesto enfureció a Elio por completo.
—¿Quién te crees que eres? —Exigió saber, arremetiendo contra Gabriel con su presión Alfa—. ¿Qué derecho tienes para interferir en los asuntos de nuestra familia?
Gabriel se acomodó las gafas con calma, enfrentando la presión de Elio sin titubeos. Su voz fue firme.
—Soy amigo de Ana. En cuanto a derechos… —miró a los dos cachorros empapados en lágrimas—, creo que quienes la l