Faelan, el guerrero a quien Syrah había humillado y a quien yo le había dado mi apoyo en el festival, estaba frente a nosotros. Había sido él quien llamó a la puerta, mi hermano le abrió con rapidez y cautela, como si quisiera ocultar el hecho de que Faelan estaba en la cabaña.
— Dorian, Aneira. — saludó con una leve inclinación de cabeza. Los miré ligeramente confundidos. — Mi Luna. — hizo una reverencia ominosa frente a mí, levanté la mano para indicarle que se pusiera de pie.
— ¿A qué debemos tu visita, Faelan? — inquirí con cautela, no estaba segura de si sabía lo que estaba pasando, pero un gesto de Dorian me hizo entender que era un aliado y que estaba al tanto de la situación.
— Tengo noticias. — respondió él, aspirando una gran bocanada de aire. Era claro que había corrido tan rápido como podía. — Sobre el despacho del Alfa. —
Mis ojos se encontraron con los de Dorian por encima del hombro de Faelan, transmitiéndole una pregunta silenciosa a través de mi mirada. ¿Podemos