Mundo ficciónIniciar sesiónLa casa del árbol estaba suspendida entre ramas gruesas y viejas. Nadie la usó más que Ren, Jisoo alguna vez… y ahora también Hyeon. Ren subió primero, con el corazón palpitando como si anunciara una tormenta. Hyeon lo siguió en silencio, y cuando ambos estaban dentro, el mundo pareció cerrarse a su alrededor.
El lugar era pequeño, cálido, cubierto de mantas, libros y alguna linterna vieja que aún funcionaba. La luz suave iluminaba a Hyeon desde abajo, dándole un aura más misteriosa aún. — ¿Te inyectaron? —preguntó Hyeon al fin. Ren ascendió. Se abrazó las rodillas. —Sí… desde hace unas semanas. —¿Por mí? Ren levantó la mirada. Dudó… y luego la bajó. —No fue decisión mía. Dicen que mis niveles son muy inestables. Que es por el ambiente, por el estrés. Pero sé que es por ti… por cómo me haces sentir. Hyeon apretó los labios. Dio un paso, luego otro, hasta sentarse frente a él. —¿Por qué no me lo dijiste antes? —Porque… no sé cómo. Porque no entiendo lo que soy, ni lo que tú eres —Ren tragó saliva—. Hay cosas que nunca digo. Nadie. La linterna parpadeó, y el aire cambió. Hyeon no dijo nada, solo esperaba. —Soy omega, Hyeon. ¿No te diste cuenta?—Las palabras salieron como si cortaran—. Pero no quiero serlo. No quería serlo nunca. Mis padres no me miran igual desde que lo saben. Me considero un error, una falla. No entraré en el legado de mi familia… por ser débil. Esto es una m****a me odio a mí mismo. Hyeon alargó la mano y le tocó la mejilla. Con tanto cuidado que Ren se estremeció. —No eres débil —susurró Hyeon—. Eres el más fuerte de todos nosotros. Vives con miedo y aun así eres amable. Te inyectan sin preguntarte, y sigues sonriendo. Eso no es debilidad, Ren. Es valentía. Ren tembló. Las lágrimas se deslizaron sin permiso. Hyeon las limpió con sus pulgares. —¿Y tú? —susurró él—. ¿Tú qué eres, Hyeon? Hubo una pausa. Una tan larga que Ren pensó que no iba a responder. —Quiero ser sincero contigo, no quiero ocultarte nada. Soy alfa —dijo al fin, y bajó la mirada. Ren lo observó. Las pupilas de Hyeon se habían dilatado, tornándose de un rojo casi líquido. —Tus ojos… —susurró, impactado. Hyeon apartó el rostro de inmediato. —Lo siento. No quería que los vieras así. —Es una habilidad, ¿verdad? Por ser un alfa dominante… —No lo sé. Ren, con el corazón latiendo fuerte, le sostuvo la cara entre las manos. No sabe que es su habilidad por ser vampiro reencarnado. —Te ves...lindo. Wao. —No quiero que tengas miedo de mí. —No lo tengo. Ren levantó la mirada. Dudó… y luego la bajó. —El inyectarme no fue decisión mía. Dicen que mis niveles son muy inestables. Que es por el ambiente, por el estrés. Cuando estoy contigo me siento bien… Ahora entiendo que es porque eres alfa y pasamos mucho tiempo juntos. Supongo que mi cuerpo te atrae por ser Omega. Hyeon apretó los labios. Dio un paso, luego otro, hasta sentarse frente a él. —No me gustas por ser Omega. Me gustas por ser tú mismo. Las feromonas no tienen nada que ver. —No entiendo lo que soy, ni lo que tú eres. Esto de los segundos géneros me ha confundido —Ren tragó saliva. La linterna parpadeó, y el aire cambió. Hyeon no dijo nada, solo esperaba. —Ahora resulta que soy omega, Hyeon. —Las palabras salieron como si cortaran—. Pero no quiero serlo. No quería serlo nunca. Mis padres no me miraran igual desde que lo sepan. Me consideraran un error, una falla. Tu mereces a alguien más. Hyeon alargó la mano y le tocó la mejilla. Con tanto cuidado que Ren se estremeció. —Tu eres tú —susurró Hyeon—. Eres el más fuerte de todos nosotros. Vives con miedo y aun así eres amable. Te inyectan sin preguntarte, y sigues sonriendo. Eso no es debilidad, Ren. Es valentía. Ren tembló. Las lágrimas se deslizaron sin permiso. Hyeon las limpió con sus pulgares. —¿Y tú? —susurró él—. ¿Tú no me abandonarás? Hubo una pausa. Una tan larga que Ren pensó que no iba a responder. —Soy tu amigo antes que nada—dijo al fin, y bajó la mirada—. Asi que no me alejes. A veces… siento que ni siquiera soy yo del todo. Pero cada vez que recuerdo nuestra niñez me cautivas más. Ren lo observó. Las pupilas de Hyeon se mantenían dilatadas, tornándose de un rojo carmesí. —Tus ojos… ¿no te molestan?—susurró, impactado. Hyeon apartó el rostro de inmediato. —No...no es la primera vez que me pasó. Cuando te pienso y me masturbo me pasa lo mismo. —¡Ah...eres un pervertido! —No lo soy. Solo lo hago para no atacarte y tranquilizarme. —Es una habilidad o un rasgo, ¿verdad? Por ser un alfa dominante… Hyeon no respondió. Ren, con el corazón latiendo fuerte esperaba su respuesta. —Es posible, ya para de hablar de mis ojos. Te estoy diciendo que me gustas. —No importa que tipo de alfa seas. Si no eres como los demás… yo tampoco cambiaré contigo. No quiero a nadie más que a ti cerca cuando me siento así. No confies en nadie más. Pero no sé si eso sea amor. Hyeon lo miró, con los ojos aún rojos, brillando en la semi penumbra. —Ren… —Cuando terminemos la secundaria, vivamos juntos —dijo Ren, casi en un suspiro—. Un estudiar. Un empezar de nuevo. Solo tú… y yo. Tal vez así mis sentimientos crezcan. Por primera vez, Hyeon se mostró sonriente. No una sonrisa de cortesía, sino una real. De esas que se graban en la piel. El sabe que Ren se refiere como amigos, pero Hyeon tiene otra idea en mente. — ¿Estás seguro de elegirme a mí en ese momento? ¿me lo prometes? —Siempre te elijo, zopenco. Si siento que me gustas, pero no a tal grado de ser una pareja. Pero si en ese momento siento que te amo no huiré. —Bien...es una promesa. Hyeon lo abrazó. Fuerte. Como si intentara protegerlo del mundo. Y por un momento, Ren sintió que en sus brazos, todo lo oscuro podía volverse luz. Era un rechazo a los medios pero sabe que ser sinceros es lo mejor. Afuera, la luna seguía brillando. Como un presagio. Y Ren aún no sospecha lo que le espera al lado de Hyeon. El fin de semana siguiente, en el instituto, con una mochila al hombro y una sonrisa tranquila Hyeon lleva de la mano a Ren. Ren se acercó a su oido, con el corazón latiendo fuerte. —¿A dónde vamos? —Porqué tan curioso? —preguntó Hyeon. —¿Es normal que tomes mi mano y me arrastres? ¿No tienes vergüenza de que alguien nos vea? Hyeon alzó una ceja, divertido. —Verguenza? Somos amigos. A la casa del árbol. Tengo algo para ti. Ren molestando. Asintió en silencio y lo siguió. El camino era tranquilo. Nadie los vio. Nadie estaba pendiente de ellos. Al llegar, Hyeon sacó de la mochila dos six pack de latas de cervezas, golpea con los nudillos dos latas para bajarle la espuma y se las ofreció a Ren, como si fueran trofeos sagrados. —¿No nos medirán en problemas por esto? —pregunta Ren, medio riendo. —Probablemente —responde Hyeon con un guiño—. Pero a estas alturas, ¿quién puede detenernos? Se sentaron en la plataforma, con las piernas colgando al vacío. El sol ya caía lento, dejando una estela anaranjada en el horizonte. Ren abrió la lata y bebió con cuidado. Era amarga, pero no tanto como pensaba. —¿Te gusta? —pregunta Hyeon, sin mirarlo, girando la lata entre sus dedos. —Si —respondió Ren—. Amarga pero está bien. Hyeon lo miró por el rabillo del ojo, como si necesitara oírlo para poder respirar. —Qué bueno. —No puedo olvidar lo del otro día, me sorprendiste al decirme que eras alfa. Creo que siempre lo supe aunque me tomó por sorpresa. —Yo tampoco lo creí—dijo, y se acercó un poco más—. También debo vivir con esto. No quiero que te sientas forzado a nada solo se tú mismo, cacahuate. Ren dejó la lata a un lado y lo miró de frente. —Sabes qué me di cuenta hoy? Que me siento más libre contigo que con cualquier otra persona. Incluso si el mundo entero me odia, si estoy contigo, siento que puedo soportarlo. Hyeon con tristeza. —Ojalá pudiera prometerte que todo será fácil. —No quiero las cosas fáciles —replicó Ren—. Quiero verdad. — ¿De qué verdad estás hablando? —Desearía ser adulto. — ¿Quieres dormir aquí esta noche? —preguntó Hyeon—. Traje una manta. Y más cerveza. Ren rio por lo bajo. —Claro. Pero te advierto que ronco. —Y yo abrazo a mi almohada cuando sueño —dijo Hyeon, acomodándose a su lado—. Así que estamos a mano. Se tomó entre los dos 18 cervezas, hablóon de todo y cuando estuvieron más relajados, Hyeon notó la espuma en sus labios, pero en lugar de alejarse por completo, llevó un dedo al labio de Ren y limpió la espuma de la cerveza, casi con reverencia… y la probó. Ren lo miró como si acabara de ver a un fantasma. — ¿Qué diablos estás haciendo? ¡Somos chicos! ¡Eso fue... raro! Hyeon tragó saliva y bajó la vista. -Si. Lo fue. Pero también fue honesto. Yo... no creo que el amor tenga género. Solo tiene corazón. Si no te gusta, solo dime y me alejo. Ren no dijo nada. Solo lo observará durante un largo, largo segundo, con el pulso desbocado y la mente en caos. Su erección era notoria sobre su pantalón. Entonces, sin palabras, se inclinó y lo besó. Fue más lento. Más seguro. Más real. Era diferente a besar una chica. —Creo que estoy borracho porque te besé. —No me molesta que me beses, yo empecé. Tus labios son suaves. —Dame otra cerveza. —Piensas tomarte todo? solo quedan cuatro. El resto de la noche fue un entretejido de palabras entrecortadas, susurros apenas audibles, besos que subían de intensidad y caricias torpes que encontraban consuelo en la piel del otro. Ren no sabía si lo que sentía era amor, deseo o necesidad… pero se sentía vivo. Se sintió suficiente. Se sentía querido. —Puedo ayudarte con eso—le dice Hyeon a Ren, refiriéndose a su excitación. —Ni lo sueñes. No tocarás mi amiguito. Solo deja de tomar mi mano y de besarme, tengo los labios hinchados por tu culpa. —No le diré a nadie. Tal vez mañana no recordaremos nada. —¿Eso crees? ¿Lo juras? —Es lo más probable. Y sin decir más, Hyeon bajó la cremallera de su amigo y saco su miembro. —Es tan pequeño y rosado. —Púdrete, tengo un tamaño promedio. —Es lindo. Hyeon engulló su excitación hasta el fondo de su garganta, mientras se manoseaba así mismo. No aguantó y saco lo suyo para acariciarse mejor. —Wao, la tuya si que es grande—dice Ren casi al borde de la locura. —¿Me prestas tus manos? —No sé si sea buena idea... m****a ya veo por qué no tienes novia, con ese sable atravesarías a cualquier chica. —Deja de decir estúpidos, solo no llegué a conocer a la indicada. Ahora tú me gustas, toma la responsabilidad. De seguro tú si lo tragas todo. He visto como lo hacen los chicos y parece excitante.