Mundo ficciónIniciar sesiónAl salir de clases, Ren apenas había dado un paso en el pasillo cuando Min Jisoo lo abrazó desde atrás.
—¡No vuelvas a desaparecer así, tonto! —le regañó—. Me asusté. Ren débilmente. —Fue un control rutinario… o eso dicen. —¿Y qué más? ¿Te dijeron si… si estabas bien? Ren dudó. Iba a responder cuando Han Taeyang se acercó, serio como siempre. — ¿Podemos hablar? —preguntó, ignorando a Jisoo. Ella puso los ojos en blanco. —Claro, llévatelo, total no me importa, ¿verdad?. El que sea tu compañero de piso no significa que lo aclares todo el tiempo. También es mi amigo. —No tardaré, hagamos la tarea de geometría juntos —prometió Ren. Jisoo resopló y se alejó. Ren caminó con Taeyang hasta un rincón del jardín trasero, donde los estudiantes solían fumar o besarse en secreto. —¿Qué pasa? Taeyang no habló de inmediato. Lo miró, analizando cada gesto. — ¿Te inyectaron inhibidores? —¿Para qué quieres saber? —¿Fue por él? Ren lo miró fijamente. —¿Por qué te importa tanto? Sabes que no podemos hablar de eso. ¿Porque te preocupas por cosas que no son de tu incumbencia? Taeyang los puños. —Somos amigos y me importa porque tú eras normal antes de que fueras amigo de ese sujeto. Desde que cumplió 10 años hasta ahora, todos están… alterados. Da miedo. —Le temen porque no se motivan en conocerlo, Es más fácil para ustedes simplemente echarlo a un lado. Taeyang —espetó Ren—. Y Hyeon no ha hecho nada. Es más, mi protegido. —¿Te protege de qué? —De gente como tú. Con la mente pequeña pero con la lengua afilada. Taeyang retrocedió como si Ren le hubiera golpeado. Por un instante, su expresión fue casi… dolida. Luego, dio media vuelta y se fue. Esa noche, en los dormitorios, Daewon su compañero de habitación no paraba de hablar mientras ambos se ponían la pijama de dormir. —Me sorprende lo de Taeyan, actúa como un acosador. Por otro lado ¿Y si Hyeon se pone más intenso? ¿Y si te gusta? —preguntó—. A veces se me eriza la piel cuando pasa cerca. Como si mis instintos Omega gritaran que corra. Ren, tumbado en la cama, suspir. —¿No te cansas de inventar teorías? Se que le gustó a Taeyan. A Hyeon le gustan las chicas al igual que a mi. No andes escuchando rumores. Y habla más bajito. Sabes que está prohibido revelar tú segundo género ya mi me lo dices tan casual. —Somos como hermanos y compartimos cuartos. Confio en ti No es invención. Es percepción. Y tú deberías estar más alerta, porque tal vez hay algo que estás pasando en alto. —Yo estoy alerta —susurró Ren, pero su voz tembló. En ese momento, se oyó un leve golpeteo en la ventana del cuarto. Ambos se giraron y caminaron hasta el borde. Era Hyeon en el primer piso, parado en la oscuridad, con la luna bañando su silueta. Ren se levantó, casi hipnotizado. Abrio la ventana. —¿Qué haces aquí? —Necesitaba verte —murmuró Hyeon—. Vamos a dar un paseo. No puedo dormir. Te espero en la casa del árbol. Ren lo miró, incapaz de moverse. La noche es hermosa y fresca. —Vete porque ahí llegó tu Romeo, Julieta—le dijo Daewon. Ren bajó por la escalera trasera con cuidado, sin hacer ruido. Caminó por algunos minutos en silencio al patio trasero. La brisa nocturna era fresca, pero no tanto como la mirada que Hyeon le dedicaba desde la base de la casa del árbol. Lo esperaba en silencio, las manos en los bolsillos, como si supiera que Ren acudiría a su llamado. —Es casi media noche ¿Qué pasa? —preguntó el omega cuando llegó a su lado. —Quiero hablar contigo… sin nadie más cerca —susurró Hyeon, con una voz baja y serena. Treparon por unas escaleras hasta la casa del árbol, ese lugar que parecía suspendido entre la niñez y la puveltad. Una vez adentro, Hyeon cerró la puerta y el silencio se hizo denso. — ¿Te inyectaron inhibidores hoy? —preguntó, sin rodeos. Ren bajó la cabeza y se acercó. —Sí. ¿Por qué preguntas? Hyeon se acercó, lentamente, como si temiera asustarlo. Lo miraba con una ternura que contrastaba con su presencia intensa, casi salvaje. —¿Te dolió? —No esencialmente. —Ren tragó saliva—. Pero… me dolió aquí —se señaló el pecho—. Sentí que me estaban arrancando algo que ni siquiera entiendo. Hyeon frunció el ceño. Ren no pudo sostenerle la mirada. Algo dentro de él se rompió. —Soy un omega, Hyeon —susurró—. Lo confirmaron, tú lo sabes… y no quise decirlo en voz alta porque me duele. Me duelo muchísimo. Ya no le gustaré tanto a las chicas. Hyeon dio un paso más y lo abrazó. Fue un contacto tibio, firme, pero contenido. —No se lo diré a nadie—murmuró—. Gracias por confiar en mí. Y me duele que estés triste. Ren se aferró a él con fuerza. —Mis padres no van a incluirme en el legado familiar a estás alturas. Para ellos… ser omega es ser débil. Ninguna soja útil. Soy una vergüenza. Terminaré haciendo lo que me piden. —No eres débil. Eres más fuerte de lo que crees. Y no necesitas ese maldito legado. Trabajaré por los dos cuando sea mayor de edad. Ren levantó la vista, con los ojos brillantes. — ¿Te estás burlando de mí? ¿Eso cree que necesito? -Si. A alguien que te vea como eres. Que te cuide. Que te elijas. —¿Tú…? Hyeon ascendió, suave, y con una calma que estremecía. —Yo soy alfa, Ren. Pero no como ellos. Yo te elegiría a ti mil veces, sin importar el mundo, sin importar las reglas. Tu me gustas. Ren quedó paralizado. Y en ese momento, en esa distancia mínima que los separaba, notó algo que lo hizo jadear. —Tus ojos… Hyeon… tus pupilas… están rojas. Hyeon cerró los ojos al instante y giró el rostro, como si le diera vergüenza. —No los mires —susurró. —¿Qué… es eso? ¿Es una habilidad alfa? Nunca vi algo así. —No...bueno no se realmente —dijo él, casi en un hilo de voz—. No te asustes. Aveces me sucede. Ren le tomó la cara con ambas manos, obligándolo a mirarlo. —Entonces… ¿porqué no me miras? a mi no me das miedo. Es hermoso. Hyeon dudó. La luna atravesaba la ventana e iluminaba su rostro pálido, bello, trágico. Su pelo rojo lo hace ver como un dios griego. —No quiero que tengas miedo de mí. Su mirada lo atravesó. —No lo tengo. Pero creo que no puedo aceptar tus sentimientos. —Ren… —Hyeon respiró hondo, como si decirlo pudiera cambiarlo todo—. Soy… un alfa que está dispuesto a todo por ti. A veces siento como si te conociera de toda la vida. Cómo si fueras mi alma gemela. Ren no apartó las manos. No retrocedió. —¿Estás seguro de eso? —Lo estoy. Nunca nadie me había gustado, me agrada todo de ti. Pero te juro que no soy un peligro para ti. Ren lo miró a los ojos rojos, brillando como brasas encendidas. —Tú me protegiste… incluso cuando yo no sabía quién era. Tenemos muchos años juntos. En poco tiempo nos graduaremos de la secundaria y seremos adultos en poco tiempo. Pero a mí me gustan las chicas y pensé que a ti también. —No estoy confundido. Solo temo tu rechazo ¿y si me das una oportunidad? prometo no hacerte daño —prometió Hyeon—. No necesitas a nadie más. Solo eligeme. ¿Me eliges a mí? Hyeon lo abrazó con fuerza. Ren no dijo nada, pero su cuerpo lo eligió primero. Podía sentir a Hyeon temblando. Aferrados en esa casa del árbol, bajo la luna que conoció todas las promesas y todos los secretos, algo vendió su destino. Y muy lejos de allí, en los pasillos del internado, las sombras comenzaron a moverse. Porque el despertar de un vampiro nunca es silencioso. Y el amor entre un alfa maldito y un omega herido... cambiará las reglas para siempre.






