Capítulo 10
Ariadna me miró frunciendo el ceño.

—No intentes ningún truco. Dame la estatua. Cuando te mueras, te voy a hacer un altar. Yo me voy a quedar con el puesto de diseñadora principal y voy a vivir mejor que tú.

Observé su expresión triunfal y sonreí con calma, y luego estrellé la estatua contra el suelo.

Un chillido aterrador resonó por todo el lugar.

—¡Aaaah!

Un humo denso y negro se disipó en el aire.

Ariadna me miró con horror y luego bajó la vista hacia los pedazos de la estatua.

—¡No… no! ¡No puede ser!

Su mirada se volvió feroz, como si quisiera arrancarme la piel a mordiscos. Corrió hacia mí justo cuando el telón del escenario se abrió.

La multitud en el auditorio lo había visto todo, y los reporteros alzaron sus cámaras para captar el momento. Mis padres, entre el público, observaban a Ariadna completamente atónitos. Por fin entendían que habían estado equivocados desde el principio.

Ariadna comenzó a alterarse. Su rostro empezó a sangrar por los ojos, la nariz y la boca, y tal co
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