Capítulo 8
Por supuesto, no había ninguna cámara. Solo la estaba poniendo a prueba.

Solté una risa fría y caminé hacia Ariadna, le agarré el cabello con fuerza y la jalé hacia atrás. El terror se reflejó en sus ojos.

—¡Aaah! ¿Qué te pasa?

La abofeteé con tanta fuerza que el sonido retumbó en toda la sala.

—La próxima vez que quieras usar un truco tan mediocre, piénsalo un poco antes.

Después de aquel ridículo, se me quitó el apetito y subí a mi cuarto.

El día del concurso, toda la familia acompañó a Ariadna al evento.

Así que ese era el momento perfecto para buscar el santo prohibido.

Fui revisando la casa cuarto por cuarto, hasta que solo quedó uno: el de Ariadna.

Lo abrí y encontré un espacio decorado con mucho esmero. Con el amuleto en mano, inspeccioné cada rincón, y me detuve frente a un cuadro.

La pulsera-serpiente comenzó a calentarse, casi como si estuviera viva; sus ojos parecían encenderse. El cuadro mostraba una simple imagen de flores, pero sabía que algo había detrás.

Lo retiré de la
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