Nací y mi madre perdió la vida a causa de dar a luz a la mía. Por lo que dijeron que yo le había provocado su muerte. Mi hermano solía quemarme con la colilla de sus muchos cigarros que fumaba a diario, y mi padre decía que sufrir en esta vida era mi cruel destino. —Tu existencia es una maldición para todos nosotros. Si tuvieras un poco de conciencia, ya habrías muerto hace rato para disculparte con tu madre. Mi hermano fue diagnosticado con insuficiencia renal terminal. De repente, mi padre, que siempre había sido frío y distante, se arrodilló ante mí. —Te lo ruego, sálvalo. Coloqué mi mano sobre el hombro de mi padre. —Papá, acepto la cirugía, pero ¿me puedes cumplir un deseo? Esa cirugía fue realizada por mi padre en persona, y fue todo un éxito. Salvó a su hijo más querido y también de paso acabó con la vida de su hija más odiada. Sin embargo, tras mi muerte, mi padre se entregó a la policía, y mi hermano perdió la cordura.
Leer más—¡No! No la soltaré. ¡Ella no ha muerto, no puede estar muerta! —murmuraba una y otra vez, sin poder aceptar la triste realidad.—Santiago, suéltala. En vida, todo lo que Aurora hizo fue por ustedes. ¿Ahora quieres que ni siquiera en la muerte pueda descansar en paz por tu culpa? —dijo enardecido Juan, acercándose lentamente. Su rostro estaba pálido, y sus ojos enrojecidos por las lágrimas contenidas.—Juan, yo...—Aurora no la tuvo fácil, Santiago. Déjala ir. Permítele estar tranquila, feliz allá donde esté. Si sigues así, ni siquiera en la muerte podrá encontrar paz que tanto anhelaba.Finalmente, lograron apartar el cuerpo de mis brazos. Mi hermano observó impotente cómo mi cuerpo era consumido poco a poco por las llamas. Yo también lo vi, vi cómo me convertía en cenizas hasta desaparecer de este mundo.—Juan, le he fallado a Aurora. Le he fallado desde el principio, siempre.—Ya es tarde para lamentarlo, Santiago. Todos le hemos fallado. Aurora era una buena niña, pero tuvo la mala
—¡Hermanito! ¿Qué es lo que te sucede? ¿Debo llamar a una ambulancia? —Ana estaba asustada, y yo también. Quería ayudarlo, pero no podía. Mi hermano se apoyaba tembloroso en el marco de la puerta, llorando tan fuerte que parecía que iba a perder el conocimiento.—No te preocupes por mí... no te preocupes. Vete —dijo entre sollozos, con la voz entrecortada, mientras apretaba con dolor el dibujo familiar contra su pecho.Después de un rato, Ana, sin otra opción, se fue. Antes de marcharse, le pidió a mi hermano que, si yo regresaba, le avisara.Mi hermano, con el rostro pálido y las lágrimas aún corriendo por sus frías mejillas, lo aceptó débilmente.—Sí, lo haré —dijo finalmente, en un susurro.Cuando finalmente papá regresó a casa, encontró a mi hermano sentado en mi habitación, revisando atento mi cuaderno donde había escrito sobre cada día de mi vida.—Hoy mi hermano me sonrió. ¿Será que ahora realmente me ve como su hermana? El hermano de Ana la trata muy bien. Dice que a las chicas
Juan parecía haber perdido todo el control sobre sí mismo. Se desplomó con tristeza en el suelo, con los ojos vacíos, como si su alma hubiera sido arrancada.—¡Somos culpables! ¡Ambos somos culpables! Y para evitar enfrentar nuestra culpa, lanzamos todo el peso de nuestros errores sobre una linda niña inocente.El ambiente se tornó sepulcral. El aire pareció detenerse por un momento, y hasta mi hermano, que seguía en el suelo, no podía moverse, ni siquiera ante los intentos de papá por sacarlo de ahí.—Papá... —la voz de mi hermano temblaba—. ¿Es verdad lo que dice Juan? ¿Aurora no tuvo nada que ver con eso? ¿Ella no fue la que le quitó la vida a mamá?—¡No fue ella! —gritó Juan—. Esa operación fue un desastre por nuestra culpa, y no tenía nada que ver con ella. Pero tu hermana... ni siquiera en la muerte ha recibido el perdón que merece. Solo ha conocido el inmenso odio.En ese momento, no sabía cómo sentirme. Todo el sufrimiento, los insultos, el dolor que había soportado durante tan
Los ojos de mi hermano se abrieron estupefactos de par en par. Su rostro, ya pálido, se volvió aún más blanquecino, como si toda la sangre hubiera desaparecido. Apenas pudo mantenerse en pie, y papá lo sostuvo justo a tiempo para evitar que cayera.—Santiago, por favor, regresa a la habitación y descansa —le suplicó papá una vez más.—Papá, ¿quién es ella? ¿Qué está haciendo aquí? Esa persona tan egoísta, tan dura de corazón, ¿cómo es posible que ahora esté aquí, en este estado? —Su voz temblaba de terror, su incredulidad era evidente.Al verlo así, recordé tantas noches en las que llegaba tarde a casa, esperando encontrar preocupación en sus ojos, pero en su lugar, solo recibía sátiras y burla.—Ya sabes volver, ¿no? Pensé que no regresarías esta noche —decía.—Hermano, yo solo...—No me importa lo que hayas hecho esta noche. Si te hubieras muerto afuera, mejor. Al menos así habrías pagado la deuda que tenías con nosotros. Porque esa vida tuya, nunca fue realmente tuya.Nunca imaginé
—¡Santiago! ¿Cómo te sientes, hijo? ¿Te sientes ya mejor?—Me siento mucho mejor, papá. Pero, ¿quién fue la persona que me salvó? Quiero agradecerle en persona por darme una segunda oportunidad de vivir.Mi hermano, aún débil, levantó aturdido la mirada hacia papá, esperando una respuesta.Al oír eso, papá vaciló por un instante, su expresión parecía quebrarse ligeramente, pero pronto recuperó la compostura y sonrió con agrado.—Santiago, solo concéntrate en recuperarte. Ya le he dado las gracias de tu parte. Ella estaba muy feliz de haberte ayudado.Mi hermano lo agradeció, aliviado. En su pálido rostro apareció una ligera sonrisa de gratitud.—En cuanto salga del hospital, quiero agradecerle en persona. Esa persona me ha salvado la vida, y lo menos que puedo hacer es mostrarle mi total gratitud.Mientras los observaba compartiendo ese momento de armonía, sentí un fuerte nudo en la garganta. Una amarga sensación me invadió, como si mi presencia nunca hubiera sido importante para ellos
Vi mi propio cuerpo tendido sobre la mesa de operaciones, con lágrimas que caían con lentitud por mis suaves mejillas. Papá, sin embargo, simplemente se llevó a mi hermano fuera del quirófano, dirigiéndose directo a la sala de recuperación para que descansara.Me quedé sola, allí tirada, completamente sola, abandonada en la sala de operaciones, hasta que una enfermera descubrió mi cuerpo. Su rostro pálido mostraba su conmoción mientras me llevaba al depósito de cadáveres.En la sala del hospital, papá miraba cariñoso a su hijo. El rostro de mi hermano seguía pálido, a pesar de que la operación había terminado. Un médico entró apresurado en la habitación. Lo reconocí de inmediato. Era el antiguo colega de papá, Juan Torres.—Javier García, tu hija ha muerto.Papá seguía extasiado observando a mi hermano, sin ninguna expresión en su rostro.—La operación fue un éxito. Santiago se recuperará pronto.Al escuchar esas palabras, sentí como si mi corazón se desgarrara poco a poco. No me dolía
Último capítulo