El inicio de la jornada
El miércoles inicia con un aire distinto en el bufete. No era un día cualquiera: por primera vez desde que se anunció la licitación del puerto de Costa Verde, Raúl Zambrano y Ernesto Aguilar habían convocado a ambos equipos —arquitectura e ingeniería— para trabajar codo a codo. La magnitud del proyecto no permitía divisiones; todo cálculo, todo trazo, toda línea debía ser evaluada desde el inicio bajo la mirada conjunta.
En la gran sala de conferencias se instalaron mesas largas cubiertas de planos, laptops abiertas, maquetas a medio armar y carpetas con anotaciones. El murmullo era constante: sillas arrastrándose, hojas extendiéndose, tazas de café distribuidas por los pasillos.
Raúl, impecable con su traje azul marino, entró acompañado de Ernesto, cuyo porte más sobrio y mirada dura imponía respeto inmediato. Se colocaron frente al grupo, esperando silencio.
—Bien, equipo —empezó Raúl con voz clara—. Este es el momento en que dejamos de ser arquitectos por un