El evento terminó temprano en un ambiente festivo. Los colegas de Clara se reunieron en una terraza cercana, adornada con luces cálidas y mesas de madera, para celebrar el éxito de la inauguración. Había brindis, risas y conversaciones animadas sobre el futuro del bufete y el impacto que tendría el proyecto en la comunidad. El aire estaba impregnado del aroma del vino y de los platillos servidos, mientras todos comentaban con entusiasmo los detalles del día.
Clara estaba radiante. Todos querían felicitarla, y ella respondía con una sonrisa sincera, aunque por dentro aún se sentía sorprendida de haber llegado hasta allí. Era como si una parte de ella todavía no terminara de creer que la muchacha insegura de hace unos años era ahora reconocida como arquitecta de planta de un bufete importante.
—¡Clara, tu discurso fue impecable! —exclamó una de las diseñadoras, alzando su copa con entusiasmo.
—Y tu visión fue lo que le dio alma a todo esto —añadió el arquitecto Raúl Zambrano, con org