La tarde caía con un calor pesado cuando Alejandro empujó las puertas del bufete. Quince días de viaje lo habían dejado cansado, pero con la urgencia de ponerse al día con su centro de convenciones y con todo lo que había dejado en pausa. Llevaba aún el saco en la mano, las maletas en el auto, y la mente enredada en documentos y asuntos legales. No sospechaba que lo esperaba un golpe mucho más fuerte que el cansancio.
Pero no estaba preparado para lo que iba a escuchar.
Al salir del ascensor, la recepcionista lo miró con una mirada triste, Él lo notó, pero no dijo nada. Caminó con paso firme hasta el área común, donde Raúl y Ernesto repasaban unos documentos.
—¿Cómo vamos con el proyecto, tenemos avances? y después de todo ¿Dónde está Clara? no quería sonar directo ni que se notara su interés personal en ella. —volvio a preguntar¿Dónde está Clara?, dejando la chaqueta sobre el respaldo de una silla.
Raúl y Ernesto se miraron entre sí. El silencio se volvió denso.
—¿Qué pasa?