Mundo ficciónIniciar sesiónLa pista de baile se iluminaba con luces de colores. Y la música animada hacía vibrar el ambiente. Lucía se dejó llevar. Moviéndose al ritmo con una alegría desbordante, como si las manchas en su vestido no fueran más que una insignia de una gran aventura.
Sebastián la siguió. Metiéndose en la diversión. Ambos se reían y disfrutaban de la libertad de ser ellos mismos. Lejos de las expectativas de la gala. Sin embargo. A medida que la noche avanzaba. Lucía sintió una extraña sensación de que algo inesperado estaba por suceder.
En un momento de pausa. Mientras tomaban un sorbo de sus bebidas. Lucía giró para ver a su alrededor. Fue entonces cuando sus ojos se encontraron con aquellos de una figura familiar: Javier, su exnovio, al otro lado de la pista.
Un nudo se formó en su estómago. No esperabas verlo allí. Especialmente en un momento tan imperfecto. Ella lo había dejado atrás. O al menos eso pensaba.
—¿Quién es? —preguntó Sebastián, notando el cambio en su expresión.
—Es. Javier. Mi ex —respondió, tratando de mantener la calma.
—Parece que la noche se acaba de volver interesante —dijo Sebastián con una sonrisa traviesa.
Lucía intentó dar la espalda y continuar bailando. Pero su curiosidad la llevó a mirarlo de nuevo. Javier se acercaba. Una sonrisa en su rostro.
—Lucía, ¡cuánto tiempo sin verte! —dijo. Con una expresión de sorpresa y una chispa de nostalgia en sus ojos.
—Sí. Ha pasado un tiempo —respondió ella, intentando sonar indiferente.
—Te ves. Diferente. Me gusta —continuó él, señalando las manchas de su vestido con un guiño juguetón.
Lucía no sabía si reír o ponérselo en contra.
—¿Y tú? ¿A qué se debe este evento? —preguntó. Tratando de desviar la conversación.
Javier se rió.
—Vine a apoyar a un amigo. Pero parece que he encontrado un espectáculo mucho más interesante.
El ambiente se volvió tenso. Y Lucía pasó de sentirse segura y divertida a un torbellino de emociones. ¿Qué quería realmente Javier de ella?
—¿Quieres bailar? —preguntó él. Extendiendo la mano hacia ella.
Lucía miró a Sebastián, que la animaba con un gesto. Aceptar la invitación podría llevarla a un camino incómodo. Pero podría ser un momento de cierre.
—¿Por qué no? —respondió finalmente. aceptando la mano de Javier.
Mientras se dirigían a la pista de baile. Lucía sintió que un nuevo capítulo comenzaba a escribirse en su vida, lleno de sorpresas y decisiones que podría no haber anticipado.
La música cambió a una melodía más lenta. Casi nostálgica. Lucía y Javier se movían con cautela. Como si cada paso fuera una exploración del pasado. Él la miraba con esa mezcla de ternura y arrepentimiento que ella conocía demasiado bien. Pero esta vez, algo era distinto. Ella no era la misma.
—Nunca imaginé verte aquí —dijo Javier, bajando la voz para que solo ella lo escuchara.
—Yo tampoco —respondió Lucía, sin apartar la mirada de sus zapatos. El ritmo la obligaba a acercarse. Pero su mente pedía distancia.
—He pensado mucho en ti —confesó él—. En lo que pasó, en lo que no supe valorar.
Lucía sintió que el aire se volvía más denso. Las luces, los murmullos. Todo parecía desvanecerse alrededor. Solo quedaban ellos dos, bailando sobre los restos de una historia inconclusa.
—Javier. —empezó. Pero no sabía cómo seguir. ¿Qué se dice cuando el pasado vuelve con flores en la mano?
—No quiero incomodarte —interrumpió él—. Solo quería verte. Saber que estás bien.
Lucía lo observó con una mezcla de gratitud y cautela. Había algo honesto en sus palabras. Pero también algo que removía viejas heridas.
—Estoy bien —dijo finalmente—. Mejor que nunca, en realidad.
Javier sonrió. Pero sus ojos mostraban una sombra de tristeza.
—Y él. ¿Sebastián? —preguntó. Con una curiosidad que no logró disimular.
Lucía lo miró de reojo. Sebastián estaba cerca. Conversando con una señora del comité. Pero atento a cada movimiento.
—Él es parte de esta locura —respondió Lucía—. Y ha sido… bueno conmigo.
El silencio entre ellos se volvió incómodo. La canción llegaba a su fin. Lucía soltó suavemente la mano de Javier.
—Gracias por el baile —dijo. Con una sonrisa amable pero firme.
—Gracias a ti —respondió él, inclinando la cabeza.
Lucía se alejó. Sintiendo que había cerrado una puerta sin necesidad de palabras rimbombantes. Al llegar junto a Sebastián, él le ofreció una copa de vino y una mirada cómplice.
—¿Todo bien? —preguntó.
Lucía asintió.
—Sí, solo necesitaba recordar por qué ya no estoy allí.
Sebastián sonrió.
—Y ahora estás aquí. Con corona y todo.
Lucía se rió. Aliviada. La noche seguía su curso. Y aunque el pasado había bailado con ella. El presente la esperaba con nuevas melodías.







