El tercer día del heredero comenzó con un decreto inesperado:
“Toda enseñanza debe incluir ritmo, ternura y cucharones.”
Firmado por Lucía, sellado con una babita real y aprobado por el Ministerio del Pañal Poético.
—¡Se acabaron las clases sin tambor! —gritó Marquitos, mientras repartía maracas hechas con tapas de compota.
—¡Y los exámenes deben incluir al menos una décima! —añadió Lili, que ya bordaba uniformes escolares con frases como “Aprender es también bailar”.
El palacio se transformó en escuela. Las aulas eran rincones del jardín, los pizarrones eran manteles, y los maestros… los tíos tontos, claro.
Sebastián dictaba historia con titulares como:
- “El primer bostezo real cambió el calendario escolar.”
- “Reino Unido adopta la siesta como materia obligatoria.”
Jhonson enseñaba matemáticas con cucharones:
—Si tienes tres cucharones y regalas uno para hacer una cuna… ¿cuántos versos te quedan?
Lucía, con el bebé en brazos, daba clases de poesía:
—Un verso no se esc