Lucía, reina de Gran Bretaña y madre de las gaitas emocionales, se levantó temprano. El bebé Arepín bostezó en tono de tren, y eso fue suficiente señal:
—¡Es hora de viajar! —dijo ella, mientras enrollaba la cuna portátil hecha con cucharones plegables.
Jhonson, príncipe de Gales y bailarín oficial de pañales, preparó el equipaje:
- 3 baberos diplomáticos.
- 1 tambor de mano para emergencias emocionales.
- 1 decreto que decía: “Todo abrazo debe durar mínimo 7 segundos”.
El carruaje real, decorado con maracas y banderas tejidas por Lili, partió rumbo al castillo de Gales. Sebastián narraba el viaje desde la parte trasera, como si fuera un documental épico:
> “Y así, el heredero del tambor se dirige al encuentro con sus abuelos reales.
> ¿Habrá pañales suficientes? ¿Aceptarán los tíos tontos en la corte?
> ¡Sintonice esta historia que huele a leche tibia y revolución!”
Al llegar al castillo, la familia real ya estaba formada en fila, con coronas de flores y cara de curiosida