Capítulo 2: Tengo un plan

En cuánto sucedió aquello, pronto los guardaespaldas entraron al baño para ayudarme a ponerme de pie. Mis oídos se apagaron por un momento mientras intentaba pensar qué había hecho mal. Aldrec había enviado a sus hombres para revisar el auto. ¿Y si habían muerto? Había cambiado algo, pero ¿acaso se cobró más vidas de lo que se mencionaba en la historia original?

Me encontraba siendo arrastrada por el pasillo mientras la gente salía debido al pánico. No comprendía la situación, aun así, avancé entre el gentío cuando una mirada pesada cayó en mí. Al girarme me encontré con unos ojos azules profundos como el mar que me dejaron helada. A pesar de que llevaba una peluca sobre su bella cabellera gris, supe que Lucian había sido el culpable de todo.

Cuando su mirada se cruzó con la mía, sentí escalofríos recordando esa misma mirada que me asfixiaba hasta la muerte.

―¡Esther! ―La voz de Aldrec me regresó a la realidad. Él me miraba con el ceño fruncido y, a lo mejor me lo imaginaba, pero pude notar cierta preocupación en su expresión.

―¡Aldrec! ―Me acerqué a él y tomó mi muñeca para sacarme de ahí. Todo era un completo caos. La gente salía corriendo espantada. Era algo normal.

Finalmente, llegamos a nuestro auto. Luego del shock, me acerque a Aldrec.

―¡Qué les pasó a tus guardaespaldas! ¿Están vivos? Dímelo. ― Parecía poseída, no me fijé en qué momento sostuve las solapas de su saco exigiendo explicaciones. Aldrec miró mis manos y yo seguí su mirada, luego me vio a los ojos completamente alucinado. ―Lo. Siento. ―Me alejé de él regresando a mi asiento. Aldrec se ajustó el traje y luego lo sacudió. Me dio una mirada preocupada y luego negó levemente.

―Están bien, están vivos.

―Pero la bomba…

―Estaba en el auto de Cardan. ―Tragué nerviosa,   Cardan era el actor a quien habían presentado.

―¿Cómo…?

―Esther, dime qué sabes. Has estado actuando muy sospechosa en todo el día.

―¿Sospechosa yo? Qué va. Es solo que me preocupó lo que vi en la madrugada. Había tenido una pesadilla y cuando desperté eso sucedió. ―Mentí. No sabía de dónde me salía tanta labia, pero tenía que convencerlo. ―Además, entiendo que has estado bajo estrés y presión. No quiero ser una carga más para ti. ―Silencio, parpadeé varias veces pensando en qué diría. Probablemente me mandaría al diablo por mentirosa.

―Ya dime. ¿Qué hiciste?

―¡Nada!

―¡Esther!

―¡Aldrec! ― Era evidente que no lo convencía, en realidad no sabía cómo hacerlo.

―En serio Esther, no estoy para tus payasadas.

―No estoy jugando, te lo prometo, solo quiero serte de ayuda. Sé que no te agrado y por eso, quiero ser una carga menos para ti. ―Aldrec se pasó la mano sobre su frente claramente frustrado. Luego de suspirar le ordenó al chófer que nos llevara a casa.

El viaje fue silencioso. Me sentía frustrada porque no me creía y lo entendía. Esther no era una santa, de hecho, era un demonio andante y muy irritante. Aun recordaba las cosas que había hecho por llamar la atención de Aldrec. Había mandado a golpear a varios de los guardaespaldas de Aldrec por simple capricho, había arruinado la vida de las chicas que estaban enamoradas de su primo e incluso había fingido estar enferma de gravedad con tal de llamar su atención. Era una villana de novela.

Al llegar a la casa, abrí la puerta y salí del auto dispuesta a refugiarme en la habitación mientras pensaba en una idea para convencer a Aldrec de mi honestidad. Me cambié de ropa y me puse de nuevo el sudadero y el pants para luego envolverme en mis sábanas junto con mi celular. Comencé a estructurar un simple plan, debía ganarme la confianza de mi primo y unir a Lucian a él, todo eso evitando mi muerte. Por lo visto, Lucian ya sabía de mi existencia de hecho, eso que sucedió en el hotel fue extraño, cuando lo vi sentí algo en mi pecho.

Como sea, la fiesta de bienvenida de Cardan y ahí es donde se supone yo secuestraría a Lucian ya que le ordenaría a un par de mis guardaespaldas que me ayudaran a atraparlo. Pero, como ahora no quiero secuestrarlo, lo único que puedo hacer es lograr que mi primo y él se conozcan, si ese era un buen plan.

Pasé desapercibida el resto de la semana escribiendo de nuevo los detalles que sabía de la historia, con eso podría alcanzar mis metas, ahorrar algo de dinero e irme de aquí fuera del peligro. Claro, el hecho de que ellos sean hombres lobo es algo que yo desconozco y que la Esther original nunca supo, por eso debo ser más precavida.

Incluso me da algo de escalofríos pensar que mis guardaespaldas lo son. Como sea, el día de la fiesta llegó y durante todo este tiempo no recibí ninguna cita de mi primo adoptivo, aun así, supe que me tenía bien vigilada. Claro, no era algo que me sorprendiera, después de todo estaba bajo su mirada, siendo observada, pensando que tenía algún plan perverso en mente.

―Señorita McHill. ―La voz de Kael White, la mano derecha de Aldrec, tocó mi puerta. Me acerqué para abrirla y el muchacho me vio con cierta sorpresa. Fruncí mi entrecejo un poco confundida por su reacción. Carraspeó y luego me entregó un vestido.

―El señor me ha dicho que le entregue este vestido para la fiesta de esta noche. Lo tomé con cuidado. Estaba cubierto por una bolsa plástica, pero podía ver qué vestido era. Uno de color azul degradado con mangas caídas.

―Gracias Kael.

―Sí… ¿perdón? ―Me ahogué una carcajada. Olvidaba que Esther ni siquiera era capaz de agradecer.

―Dije gracias. ¿Hay algo más?

―Ammm… no, no. ―Parecía descolocado por mi actitud.  ―¿Se siente bien señorita?

―Si ¿por?

―¿Si por? ―Abrió sus ojos como un búho. Sonreí levemente.

―Por cierto, Kael, ¿puedo pedirte un favor?

―¿De qué se trata?

―Verás, quiero darle una sorpresa a mi primo como disculpa por preocuparlo últimamente. Así que me preguntaba si eras capaz de atraerlo al pasillo fuera del salón del baile a las nueve en punto.

―¿Está segura?

―Cualquier cosa échame la culpa a mí. No te preocupes, si dice algo, solo di que te obligué o algo.

―Señorita…

―Por favor. ―Junté mis manos mientras rogaba por su ayuda. Estaba desesperada. Al final accedió.

―Gracias Kael. ―Mi emoción me ganó y terminé abrazando al omega de mi hermano. ―Te debo una. ―Con eso, entré a mi habitación y me dispuse para arreglarme para esta noche.

Bien, si lo lograba, Kael llevaría a Aldrec justo al lugar donde Lucian entraría colado. Tan solo esperaba que mis cálculos no fallaran.

Unas horas más tarde, la fiesta había dado comienzo. Intenté fingir demencia antes los comentarios sarcásticos de la gente y me dirigía tomar algo de ponche. La noche era fría, sin embargo, el salón cerrado daba calor debido al gentío. Música clásica sonaba de fondo.

―¿Qué haces aquí tan tranquila? ―Habló Aldrec tomándome por sorpresa. Odiaba que fuera tan sigiloso.

―Bebiendo ponche, prefiero no escuchar el veneno de la gente.

―Sabes que te lo has buscado sola ¿no? ―Lo miré ofendida.

―Lo sé, por eso prefiero evitarlos, no quiero avergonzar a mi primo esta noche tan especial.

―Agradezco tu sarcasmo, pero en serio que te comportes.

―Claro, por el meñique. ―Elevé mi dedo de la mano derecha y él lo vio y luego a mí aun confundido.

―Estás loca.

―No me ofendas así. ―Contesté con dramatismo. El negó de un lado a otro y luego tomó algo de ponche. ― Saqué el celular de mi bolso y me di cuenta que, faltaba media hora para las nueve. Debido a que estaba aburrida, decidí disculparme con mi primo y retirarme al sanitario. En el camino, compartí una mirada con Kael y él asintió. Adoraba que fuera inteligente.

Me quedé en el elegante baño mientras revisaba mis redes sociales, tenía varios seguidores y era obvio, mi fortuna hablaba por si sola. Observé las fotos de Esther y me quedé boquiabierta. La chica se quería demasiado, además subía fotos que para mi gusto eran un poco provocativas, quiero decir, era una chica guapa y tenía derecho a hacerlo, pero mi persona es un poco más tímida. Aun así, admitía que Esther tenía muy lindos glúteos.

―¿Señorita está bien? ―La voz de Jimmy Owens, uno de mis guardaespaldas me puso alerta. Miré mi celular y ya habían pasado veinte minutos. Era hora de moverme.

―Si, si, ya salgo. Es solo que tuve un ligero problema con el vestido.

―Está bien. ― Me lavé las manos, arreglé mi cabello y sonreí.

―Tienes que sobrevivir Esther, aunque sea una vez. ―Con eso dicho, salí y Jimmy fue detrás de mí. Llegamos al salón de nuevo y ya que debía deshacerme de mi pobre cuidador. Decidí colocarme algo de perfume barato sobre el cuerpo mientras me metía entre el gentío. Debía deshacerme de mi olor para perder a Jimmy.

Con eso hecho corrí hacia el pasillo escondiéndome en una de las habitaciones. Ahí, escondida, esperé hasta que mi primo llegó. Parpadeé sorprendida, creí que se negaría a mi petición. Debía preguntarle a Kael cómo lo había convencido.

―Bien ahora, Lucian debe aparecer. ―Sonreí sintiéndome emocionada. A pesar de todo, adoraba a la pareja. Era una de mis favoritas.

―¿Me buscabas? ―Una voz gruesa y suave al mismo tiempo hizo que mis vellos se erizaran, al darme la vuelta con lentitud me encontré con unos aterradores ojos azules. ―Señorita McHill, es un gusto conocerla por fin.

Diablos, estaba en problemas.

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