96. Solo nosotros tres
El olor salino del muelle, mezclado con el calor del sol, era una delicia que se pegaba a la piel. Logan nos esperaba junto a su bote, con la gorra ladeada y esa sonrisa de “hoy toca aventura”. Edward saltaba sobre las tablas del muelle con su caña de juguete en la mano, impaciente como siempre. Brian decidió acompañarnos cuando nuestro hijo le explicó lo emocionado que estaba por pescar. Tenía una risa amplia, de esas que nadie ni nada podía apagar. Era más radiante que cualquier risa de él cuando consiguió un contrato millonario.
—¿Listos, capitán? —preguntó Logan, dándole un choque de puños a Edward cuando se acercó.
—¡Listos! —respondió mi hijo, inflando el pecho—. Hoy atraparemos el pez más grande… ¿cierto, papi?
Brian se inclinó para ajustarle la gorra azul, acariciando con suavidad su cabeza.
—Cierto, pequeño. Y te prometo algo —bajó la voz, mirándolo a los ojos—: esta vez estaremos juntos los tres, para siempre.
Edward entrecerró los ojos, como queriendo guardar esas pala