119. Jamás te dejaría de querer
La luz se filtraba por la ventana. El sonido de los pajaritos afuera era un delirio que parecía ajeno al mundo. El viento frío de junio se coló por la rendija, acariciando el mechón rebelde de mi cabello que bailaba fuera de su lugar. Habían pasado unos cuatro meses desde que regresamos, y muchas cosas habían cambiado.
Los tres hermanos Spencer, a pesar de haber sido declarados inocentes de colaborar con su abuelo, perdieron gran parte de sus fortunas. Varias propiedades fueron incautadas y solo unas cuantas se salvaron. Su apellido que había sido ensuciado poco a poco se estaba limpiando.
Brian mantuvo su aerolínea y la cadena hotelera. Su sonrisa había vuelto a ser la de antes, aunque aún se notaba el cansancio en su mirada cuando creía que no lo veía. Intentaba ser el timón emocional de todos ellos. Richard conservó su pequeña compañía financiera, la cual comenzaba a florecer, y además, se casó con Christine en cuanto regresamos a Australia. Leonard, en cambio, lo dejó todo y se sum