9. Dímelo de una vez

Sus labios se acercaban a los míos.

Su mano libre sostenía mi barbilla, posicionando mis labios en un punto del que no podía escapar.

Todo era una vorágine de emociones que me derretían por dentro, pero sus pasos bastaron para hacerme saber que no escaparía de nada.

Unas manos firmes taparon mis labios.

—¿Ya dejarás de intentar hacer tu baile del Lago de los Cisnes? —Su mirada era visceral, fija, sostenida—. Creo que sería mejor que te alejaras un poco. No me gustaría tener que recordarte que ella no es de tu propiedad, y que bailar con ella sin mi permiso no es exactamente la mejor idea. Si quieres seguir disfrutando de la noche, sería prudente que la dejaras en paz.

—¿Sin tu permiso? —replicó con una calma inquietante—. ¿Quién es ella?

—Mi secretaria —sus ojos se posaron en mí con una intensidad penetrante. Su mano me liberó los labios—. Así que te recomiendo que la sueltes.

Sus ojos se clavaron en Jacob.

Con agilidad, Jacob me ayudó a ponerme de pie. Me observó con detenimiento y t
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