61. Gracias por no dejarme solo
Mi rostro de desconcierto debió bastar para que Brian leyera exactamente lo que estaba pensando. No, ese hombre había perdido un tornillo, sin duda. Tragué saliva sin saber cómo reaccionar. En ese instante sentía que Brian había cambiado en el hospital sin que yo me diera cuenta.
Brian. Un CEO imparable. Una presencia que podía aplastar a cualquiera con solo arquear una ceja. Traje impecable, reloj de lujo, esa mirada de tiburón que hacía temblar a un consejo de accionistas… y ahí estaba, pidiéndome un antojo digno de un niño de kínder jugando a ser chef con plastilina y crayones.
—Brian… ¿seguro que estás bien? —pregunté con precaución, como si la pregunta pudiera empeorarlo.
—Ya escuchaste al médico, cariño. Solo llévame a comer algo.
—Tu pobre cuerpo se va a fundir —entrecerré los ojos, cruzándome de brazos—. Si quieres morirte, puedo proponerte maneras más… creativas que ese cóctel mortal. Algo así como tomarte un jugo de gasolina y prenderte fuego. Mucho más rápido y con fuegos a