58. ¿Lo prometes?
El frío que Jonathan causó entre nosotras podía competir con la era glacial. Su mirada, calculadora y dura, se movía entre Victoria y yo con la precisión de un cuchillo, analizando cada gesto, cada respiración, intentando deducir la verdad antes de que una palabra fuera a decir algo. El silencio del pasillo se volvió un peso sobre nuestros hombros. Sentí mi propia mano latir, aún enrojecida por la bofetada; la mejilla de Victoria también ardía, coloreada de un rojo vivo que no podía ocultar. Mi vestido, arruinado por el vino, goteaba aún pequeñas gotas sobre el suelo blanco de mármol.
—¡Ella me pegó! —Victoria se adelantó un paso, su voz quebrándose en un sollozo que parecía tan real que habría engañado a cualquiera—. Yo… yo solo pasaba por aquí y resbalé… ¡Ella me golpeó porque accidentalmente mi copa cayó sobre ella, Jonathan! —sus palabras salían entrecortadas, adornadas con lágrimas falsas—. Intenté disculparme, te lo juro, pero me amenazó con pegarme otra vez… ¡Mira lo que me hizo