9. Comienza el infierno
—Te recomiendo que le eches un chequeo a lo que quiere hacer Silvestre antes de decirle que sí. Y si aceptas, tendremos que quedarnos más de lo habíamos creídos. Es un buen cliente —Hilberto suspira en la sala en el hotel donde se quedan.
Gladys camina de un lado hacia el otro, con las manos en la cintura. Silvestre Villareal quiere una abogada para que lo ayude con una inversión. Gladys, por su parte, si esto le trae dinero, lo aceptará. Silvestre, la oveja negra de los Villareal, acudió a la persona a la menos indicada si hablan de los Villareal, pero, la mejor en cuanto a experiencia. Acaban de dejarlo de su oficina en la empresa porque Gladys no quiso pasar otro segundo más. Ahora está más cerca de los Villareal de lo que pensó. Pero eso no significa nada que no pueda solventar. Sólo observará los papeles que Silvestre le dio, dirá qué es lo que necesita hacer y se largará de Bogotá en unas cuantas horas.
—Terminemos con esto, Hilberto. Sé que podemos —Gladys toma los papeles—. No