49. Contienda
—Insúltame todo lo que gustes —son las primeras palabras de Gladys, como si las dijera con gusto, como si las saboreara, como si, de ésta manera, pudiese saborear aunque sea un poco la caída de Esmeralda, de su enojo—. Gasta tu saliva todo lo que quieras. No estoy aquí para verte.
—No estás aquí para verme sino para ver a mi marido —Esmeralda baja los escalones. No se acerca ella. Su cuerpo es la respuesta de lo que siente. Ira, tensión, repudio. Mirando a Gladys ahora, luego de dejar aquella propiedad, el odio que ahora siente por ella es distinto. Cambió. Gladys es la viva imagen de aquella niña. Y si no está con ella se debe a algo. Esmeralda sonríe con gusto—. Mentirosa y zorra. Dos palabras muy acordes a ti.
Gladys se echa a reír.
—Qué curioso que hayas terminado justo con el hombre que alguna vez amé. Si…que curioso, Esmeralda —sin dejar de sonreír, continúa—. Pero yo siempre será la primera —tales palabras sorprenden a Esmeralda—. Siempre seré la primera la esposa.
Debido al en