19. Sin escape
—Señora, tome esto. Le prometo que el señor Navarrete la ayudará. Pero, no deje de comer —Lidia, sentada al lado de Gladys quien aprieta las manos en las sábanas por el ardor de la espalda que le suministra la enfermera nueva, le entrega un poco de té—. Tómelo.
—Trae a Germán, por favor. ¿Dónde está? ¿Por qué no viene? ¿En dónde está…? —Gladys jadea una y otra vez—. Mi hija…
La enfermera, de nombre Rosa, comparte una mirada con Lidia de temor.
—¿Por qué ella dice algo así? No deja de hablar de una niña —la enfermera apenas termina con el chequeo de Gladys.
—No estoy completamente segura, niña. El señor Navarrete sólo desea que la cuidemos.
—No susurren. Puedo oírlas…—las palabras de Gladys las arrastra junto al dolor y la preocupación que la acompaña. Al darse cuenta que Rosa terminó de limpiar sus heridas se coloca el suéter encima y arrastra la solución intravenosa al ponerse de pie—. Necesito saber dónde está Germán o saldré de éste lugar.
—¡No puede! —Lidia la sostien