Elena salió de la torre corporativa con paso firme, aunque su mirada revelaba ese cansancio que solo aparece después de días interminables de juntas y negociaciones. Sofía caminaba a su lado, revisando su tablet mientras marcaba los tiempos y las rutas. Era casi un reflejo automático; Elena avanzaba y Sofía organizaba el mundo a su alrededor.

—La reunión está confirmada, jefa —anunció Sofía, sin levantar la vista—. El señor Salcedo y su esposa ya están en el restaurante. Llegaremos diez minutos antes si el tráfico nos favorece.

Elena respiró hondo mientras el viento tibio de media tarde acariciaba su rostro. El clima de la ciudad era siempre una lotería, pero ese día agradecía la suavidad del aire, aunque ni tanto, pues después de la inesperada visita de Lothus, la tensión seguía intacta.

—Perfecto —respondió, aunque no sonaba realmente interesada. La reunión era importante, sí, pero últimamente sentía que su vida era una sucesión monótona de decisiones financieras. Números, papeles,