Capítulo 97: Dolor y adrenalina.
Elena seguía acostada boca arriba, inmóvil, con los ojos vacíos puestos en dirección a la puerta del balcón… aunque en realidad no la miraba. La claridad que entraba por la rendija apenas tocaba su piel, pero aun así ella no reaccionaba. Sentía el cuerpo pesado, inútil, como si un peso invisible la hundiera contra las sábanas. Desde que escuchó aquellas palabras —muerto—, algo dentro de ella se había apagado de forma definitiva.
Alexander.
Se lo habían arrebatado cuando apenas estaban intentando darse una oportunidad. Cuando por fin lo malo parecía quedarse atrás. Cuando… cuando todo estaba empezando a tener sentido.
Tragó con dificultad, y el leve movimiento hizo que su mirada cayera sobre su mano. Sobre el anillo. Ese anillo que no debería dolerle, pero que ahora sentía como hierro caliente sobre la piel. Su respiración se quebró. Las lágrimas volvieron a brotar, silenciosas, crueles, como cuchillas que le raspaban la garganta desde adentro.
Si tan solo…
Pero no. El “si tan solo” ya