Capítulo 84: Padre e hijo.
Habían pasado varios días desde el funeral de la madre de Camila, y con el tiempo vino el silencio. Un silencio pesado, como si toda la ciudad hubiese decidido contener la respiración. Camila desapareció. Nadie volvió a verla por las calles, ni siquiera entre las sombras del edificio familiar que una vez compartió con su madre. Elena había preguntado, había enviado mensajes, incluso había pedido a Sofía que intentara rastrear sus pasos, pero no obtuvo respuesta alguna. Era como si el suelo la hubiese tragado.
Y sin embargo, la vida —esa cruel insistente— seguía.
Elena había vuelto a la empresa. Contra todo pronóstico, contra todas las órdenes médicas, y contra los ruegos de Alexander. El edificio Valdivia la recibió con su calidez habitual, con el eco de los tacones sobre los pisos de mármol y el aroma del café recién hecho que siempre se filtraba desde las oficinas de los asistentes. Se veía más delgada, pero había algo nuevo en ella; una calma tensa, la de quien no quiere detenerse