Capítulo 81: Entre la vida y la eternidad.
Elena flotaba.
No había dolor.
No había frío.
Solo una calma blanca, inmensa, infinita… como si su cuerpo se hubiese desprendido de la carga que siempre la perseguía. Sentía el peso del silencio, ese que se filtra entre los pensamientos hasta hacerte creer que ya no existes. Caminaba, o al menos creía hacerlo, descalza sobre una superficie que no parecía tierra ni suelo… solo una neblina espesa que brillaba bajo una luz que no provenía de ningún lugar.
—¿Dónde estoy? —susurró con voz temblorosa, mirando a su alrededor.
Y entonces, lo vio. Al frente, entre la bruma, se alzaba una vieja mansión. La pintura desgastada, las cortinas floreadas moviéndose con la brisa, y el leve aroma a pan recién horneado le hicieron comprender dónde estaba. Era su antigua casa, aquella donde pasó su infancia, donde su abuela Teresa la abrazaba cada vez que el mundo parecía demasiado cruel.
Sus pasos se aceleraron. Abrió la puerta, y la escena que encontró la quebró por dentro. Allí estaba su abuela, senta