Al día siguiente
Randall estaba en el laboratorio, rodeado por su abogado y sus padres.
Su expresión era una máscara de frialdad, pero por dentro, un torbellino de emociones lo carcomía.
Nunca imaginó encontrarse en esta situación, esperando los resultados de una prueba que podría cambiar su vida para siempre.
El sonido de unos tacones resonó en el pasillo.
Deborah había llegado, acompañada de su madre, Linda, y el niño.
La sonrisa de triunfo en su rostro hizo que Randall apretara los puños.
—¡Hagámoslo de una vez! —exigió Deborah con impaciencia.
El proceso fue meticuloso.
Tomaron muestras de ADN tanto de Randall como del niño, asegurándose de que todo se hiciera con transparencia. No habría lugar para trucos ni manipulaciones.
—Los resultados estarán listos en tres días —informó el técnico del laboratorio con voz profesional.
El abogado de Randall intervino de inmediato.
—Señora Leeman, las pruebas serán trasladadas por personal del laboratorio directamente a mi despacho. Nadie más t