En la isla
Mila estaba en la cocina, moviendo la cuchara con cuidado mientras el aroma de la comida se impregnaba en el aire.
Preparaba algo sencillo, pero con el cariño de quien espera aliviar a su ser querido.
Cuando terminó, tomó la bandeja con la comida y la llevó hasta Aldo, que la observaba desde el sofá con una expresión que variaba entre la sorpresa y la gratitud.
—Gracias. —dijo él, su voz suave, como si el gesto de Mila lo hubiera tocado de una manera que no sabía cómo expresar.
Mila sonrió.
Ella dejó la bandeja en la mesa, luego, con una delicadeza casi inusual, tomó la cuchara y, sin decir palabra alguna, la acercó a sus labios para darle de comer.
Aldo la miró, no solo sorprendido por el gesto, sino también tocado por la ternura que Mila le estaba mostrando.
Su sonrisa se amplió.
—¿Sabes que hoy es la boda de Arly y Francisco? —preguntó Aldo, rompiendo el silencio, mientras observaba cómo Mila lo miraba fijamente.
Mila asintió, pero su rostro se tornó serio de inmediato.
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