Al día siguiente.
Paz despertó en la misma cama, la luz del sol atravesaba las cortinas y caía sobre su rostro.
Se sintió agotada, como si todo el peso del mundo estuviera sobre sus hombros.
Sin embargo, cuando se levantó, vio a Terrance. Él aún estaba en la cama, mirando al techo con los ojos entreabiertos.
Cuando la vio levantarse, una sonrisa apareció en su rostro, una sonrisa que, por un momento, le hizo dudar.
—Te amo —dijo Terrance, su voz suave, pero llena de una esperanza que Paz apenas podía soportar.
Paz lo miró, pero no hubo dulzura en su mirada. Todo su ser estaba tenso, como si una barrera invisible la protegiera.
—Terrance —comenzó ella, su voz quebrada pero firme—. Esto no significa una reconciliación, solo fue un momento de debilidad. Tal vez aún siento algo por ti, pero no voy a volver a ti. No hasta que me demuestres que vale la pena
Las palabras de Paz lo golpearon como un puñetazo en el estómago.
No había rencor en su tono, pero el dolor era evidente. Él intentó tom