—¡Deborah, eres tan cruel! —rugió Terrance, con la furia brillando en sus ojos—. No conforme con separarme del amor de mi vida, ¿ahora intentas lastimar a Paz? ¡Cuando ya ha sufrido tanto!
Paz sintió cómo su pecho se comprimía al escuchar esas palabras.
Él aún la llamaba "el amor de su vida". Pero… ¿De qué servía eso ahora?
El murmullo de los invitados era un murallón de cuchicheos afilados como cuchillas.
Deborah sintió cómo su piel ardía de la humillación. La mirada de los presentes la atravesaba como si fuese una villana de tragedia griega, una arpía sin redención.
—¡Terrance, no es lo que parece! —intentó justificarse, pero su voz sonó chillona y desesperada.
Él ni siquiera la escuchó.
Cargó a Paz en sus brazos como si fuera un tesoro irremplazable, como si el solo hecho de tocarla pudiera borrar el dolor de los años perdidos.
—T-Terrance, bájame… estás exagerando… —susurró Paz, su corazón latiendo con fuerza contra su pecho.
Pero él la sostuvo con más firmeza.
—Nunca, Paz. Nunca m