Gabriel tenía el ceño fruncido. En toda la explicación, Diana no paraba de nombrar a Helena como su supuesta ayudante.
—¿Por qué mencionas a Helena en estas alturas? ¿No la odias? —inquirió, confundido y de brazos cruzados—. Porque le quitaste el puesto, eh.
—Cuando la conocí, no la odiaba. Pensé que tener una amiga resolvería gran parte de mis problemas. Y Helena me apoyó como lo prometió —resopló, de mala gana—. Los tiempos cambian, cariño.
—¿Por qué la empezaste a odiar? —preguntó Gabriel, tenía curiosidad respecto a su relación.
Ella se sentó en una silla, pensativa. Había acumulado tanto odio hacia Helena que no supo exactamente en qué momento empezó.
—Supongo que fue tiempo después… —murmuró—. Helena no sufría. Su padre la había abandonado, sí, pero tenía una madre cariñosa que la apoyaba en todo. La cuidaba. Su relación era perfecta. Ojalá mi madre hubiera sido así.
—Entiendo…
Gabriel no encontraba las palabras adecuadas para animarla. Diana tenía los ojos caídos.
—Mi p