Helena llegó al baño sin haber terminado de comer, estaba más preocupada por cómo Karen había salido corriendo. La vio lavándose la cara, de forma calmada.
Se apoyó en la pared, esperando que terminara para enfrentarla. Karen se sobresaltó al notar la presencia de su amiga, creyó que no la siguió.
—¿Tienes algo que contarme, Karen? —Alzó una ceja, cruzada de brazos—. Porque no es normal que el pollo frito te dé asco. Me recuerdas mucho a mí cuando…
Helena no terminó, pues Karen la interrumpió.
—¡Te juro que fue sólo una vez! No usamos protección… —confesó, sin excusas—. No creí que…
Helena notó el temblor sutil en los labios de Karen, un gesto que no podía fingir cuando el cuerpo estaba al borde del colapso.
Ella misma conocía esa sensación, el vértigo de no entender lo que estaba pasando, y la vulnerabilidad que se colaba sin pedir permiso.
Sin pensarlo dos veces, caminó hacia ella.
La rodeó con los brazos para darle apoyo. Karen se dejó abrazar, como si ese gesto fuera el ú