—Es como si brillara —murmuró Gabriel, con los ojos fijos en el desfile, impactado por la primera modelo—. No puedo dejar de mirar. ¿Qué clase de brujería hicieron?
—Seguro hicieron un pacto con el mismo diablo —bufó Diana.
El diseño mezclado le lucía tan bien, que Diana no vio venir ese golpe. Se sintió inútil, que no trabajó lo suficiente para sacar la empresa adelante con lo que logró robarle a Helena.
¿Por qué le pasaba eso a ella? ¿Por qué una diseñadora anónima amenazaba con destruir su felicidad?
—Hay que admitir que cada detalle les salió perfecto.
—Lo sé —masculló ella, cruzada de brazos—. Y eso es lo que más me molesta. ¿Cómo pudieron lograr algo así? ¿Sabes el trabajo que a mí me cuesta? Hay que pensar mucho, tener creatividad, buscar ideas, inspirarse…
Diana le estaba mintiendo en todo. Ella no movía ni un sólo dedo para elaborar los diseños de Atelier, aún así, no podía salirse de su papel. Su vida dependía de ello.
La segunda modelo entró con paso firme y una enor