—Puedes hacerlo. Y aun así estar segura. No necesitas comprometerte con nada. Solo… ven conmigo, hasta la manada. Y si tener un lugar en la manada más poderosa que existió no es suficiente para convencerte, puedo ayudarte a vengarte —dijo, con voz baja pero firme—. De quien sea que te haya hecho esto. Puedo hacer que paguen. Uno por uno.
Lyra soltó un jadeo, como si una flecha invisible la hubiera atravesado. El corazón se aceleró, como si él hubiera abierto la puerta de un cuarto que intentaba mantener cerrado dentro de sí. Y detrás de esa puerta… solo había dolor. Y rabia.
—No puedes —retrucó, girándose hacia él—. Nadie puede. La justicia de los clanes es débil. Los ancianos están corrompidos y quienes me hicieron esto están demasiado protegidos para pagar. Ni el más fuerte podría.
River se acercó más, hasta quedar a un paso de distancia. Sus ojos la atravesaban como cuchillas invisibles.
—¿Estás segura?
—Claro que sí —respondió, firme—. No tienes idea de quiénes son.
—¿No? —su