El cielo todavía estaba teñido de un gris-azulado cuando Kael y Tommy abandonaron los límites del territorio. El bosque parecía silencioso, como si presentiera la importancia de ese día. El jet privado los esperaba en el claro reforzado con hormigón, lejos de ojos humanos. Pilotos entrenados por y para lobos preparaban los motores, y en cuanto ambos subieron a bordo, la aeronave ascendió con rapidez, rompiendo las nubes al instante.
El viaje fue breve, silencioso. Kael habló poco; mantenía la mirada fija en el horizonte, mientras Tommy revisaba atentamente el tablet con los informes enviados por uno de los betas responsables de la seguridad de la Casa de la Diosa. El alfa estaba completamente sumido en sus propios pensamientos sobre el futuro: ahora que tendría un hijo, por fin sería un alfa completo, con un heredero.
Se sentía cansado ese día; el cuerpo dolorido parecía suplicar descanso, pero él se negaba a mostrar tal cosa. Los alfas no necesitaban descansar ni, mucho menos, enferm