—¿Compañero destinado? —Camilla soltó una risa nerviosa y amarga—. ¿Me estás diciendo que estoy así por elegir a Kael en vez de ese soldadito de mierda? ¡No soy la primera que hace eso!
Belia no contestó de inmediato. La observaba como si estuviera frente a una bestia a punto de caer en su propio abismo.
—No es una cuestión de elección común, Luna. Es el lazo que nace antes incluso de que la sangre circule. Existen historias antiguas… de lobas que intentaron ignorar ese llamado. La mayoría… murió.
Camilla retrocedió como si hubiera recibido un golpe. El rostro aún más pálido, los ojos llenos de lágrimas, no de dolor físico, sino de frustración y humillación.
—Se lo vas a contar, ¿verdad? Vas a correr con Kael y decirle que soy un monstruo… —su voz tembló, venenosa.
—Tengo que avisarle. Es el deber de una anciana proteger a la manada. Esto puede volverse peligroso, la enfermedad puede propagarse si no se trata —respondió Belia, dándose vuelta hacia la puerta.
—No saldrás de aquí —gruñ