Lyra despertó con el suave canto de los pájaros a lo lejos y una brisa fría acariciándole el rostro. Tardó algunos segundos en abrir los ojos por completo, como si aún estuviera atrapada entre el sueño y la realidad. El cuerpo le dolía en puntos específicos: hombros, espalda, piernas… pero, de forma extraña, el dolor agudo que le quemaba la piel la noche anterior había desaparecido.
Respiró hondo, sintiendo el aire húmedo del bosque llenar sus pulmones. Estaba cálida, cómoda.
Se movió levemente y, solo entonces, se dio cuenta del motivo de ese calor tan reconfortante.
Estaba en los brazos de River.
Sus brazos fuertes la rodeaban, uno bajo su cuello y el otro sobre su cintura, como un escudo. Sus dedos descansaban sobre su costilla, sin apretar, como si la sostuviera con cuidado para no asustarla, incluso inconsciente. Sus piernas estaban entrelazadas con las de ella, sus cuerpos alineados como si hubieran sido moldeados para encajar de esa manera.
El corazón de Lyra se aceleró de inme