No ahora.
No mientras la vergüenza ardiera más hondo que cualquier culpa.
Pero una cosa era segura.
Lilian no volvería, y sabía que la anciana tenía un destino claro. Si ella creía que Lyra estaba viva, iría a buscarla.
Y eso, más que cualquier amenaza, lo hizo estremecer.
Kael permaneció unos segundos quieto, mirando la madera oscura frente a sí como si pudiera perforarla con la mirada. El orgullo herido palpitaba dentro de él, la sangre en sus venas parecía hervir, y su ego dolía más que cualquier herida física.
—Vieja idiota… —murmuró entre dientes, escupiendo la palabra con desprecio.
Antes de que pudiera hundirse más en su propia ira, la puerta se abrió otra vez, sin ceremonia alguna. Camilla entró al despacho con la ligereza de una felina acostumbrada a caminar sobre brasas. Su largo cabello caía suelto como una cortina brillante sobre los hombros desnudos, y el vestido corto y ajustado al cuerpo dejaba clara la intención con la que se había vestido.
Sin pedir permiso, camin