REY DE OROS. CAPÍTULO 41. Un vampiro consentido
REY DE OROS. CAPÍTULO 41. Un vampiro consentido
Alana se fue dando un portazo que resonó como un trueno en la oficina. El silencio que quedó detrás fue casi cómico: papeles temblando en el aire y Costanza mirándola marchar con una ceja levantada. Alaric, sin embargo, no perdió tiempo en acercarse y rodearla con los brazos. La apretó contra su pecho, todavía con la tensión de la discusión en la mirada, pero también con un brillo travieso.
—Nunca, jamás —dijo con voz solemne y dramática, como si estuviera jurando frente a un juez—, me atreveré a mirar a la mujer del prójimo… ¡es más ni aunque no tenga prójimo la mujer!, porque está clarísimo que tú me aplicarías las siete plagas de Egipto antes de pestañear. Y, ¿sabes qué? Me encanta.
Costanza lo miró con los ojos muy abiertos. Le sorprendía que, después de una bronca tan fea, él pudiera salir con semejante declaración. Y lo peor era que lograba arrancarle una sonrisa.
—¿En serio te encanta? —preguntó ella, ladeando la cabeza como quien