Mundo ficciónIniciar sesiónAmanda acomodaba con cuidado algunas prendas en la maleta de Santi. El verano había llegado y, como cada año, le correspondía pasar parte de las vacaciones en Nápoles, junto a su padre. Sin embargo, esa tarde la casa en Barcelona se sentía más pesada de lo normal. Amanda con tristeza evocaba la conversación horas antes con su hijo, un silencio extraño llenaba el ambiente, interrumpido únicamente por los suspiros entrecortados de su hijo. Las palabras de Santi ivan y venían en su mente …
—Santi, amor… —dijo Amanda con voz suave, mirándolo—. ¿Por qué esa carita? ¿No te emociona ver a tu papá?
El niño bajó la mirada, y de pronto, como si no pudiera contener más lo que sentía, rompió en llanto.
—¡No quiero ir, mami! —soltó entre sollozos—. No quiero regresar a esa casa…
Amanda dejó todo a un lado y se arrodilló frente a él, tomándole las manos con ternura.
—Tranquilo, mi vida, dime qué pasa. ¿Por qué no quieres ir con tu papá? —preguntó con un nudo en la garganta.
Santi la miró con ojos enrojecidos, el rostro empapado de lágrimas, y sus palabras fueron como puñales en el corazón de Amanda.
—Todo es por ella, la prima de papa, . . . Es que… Alejandra me dijo cosas que me molestan mama, . . . Que yo… —su voz se quebró— que yo soy una carga para él.
Amanda sintió cómo el mundo se le desmoronaba en un segundo. Su corazón ardía entre tristeza y rabia contenida, pero respiró hondo para no transmitirle más angustia a su hijo. Lo abrazó con fuerza, acariciándole la espalda mientras el pequeño lloraba contra su pecho.
—Escúchame bien, Santi —dijo Amanda con voz temblorosa pero firme—. No vuelvas a creer en esas palabras. Tu papá te ama, hijo, te ama con todo su corazón. A veces los adultos cometemos errores, discutimos, o no sabemos demostrar lo que sentimos, pero el amor de un padre nunca desaparece.
—¿Entonces… lo que ella dice? —preguntó Santi entre lágrimas, buscando desesperadamente consuelo en los ojos de su madre.
Amanda lo tomó del rostro y le secó las lágrimas con las yemas de los dedos.
—Tú eres lo más hermoso que nos pasó a tu papá y a mí. Tú eres nuestro milagro, Santi. Nada de lo que diga Alejandra o cualquier otra persona puede cambiar eso.
El niño se aferró al cuello de Amanda, hundiéndose en su abrazo. Ella lo meció suavemente, como cuando era más pequeño, mientras sentía sus propias lágrimas correr por las mejillas.
—Prométeme que siempre me vas a creer a mí, a tu mamá —susurró Amanda con voz quebrada—. Y también escucha a tu corazón, porque en él sabes bien cuánto te quiere tu papá, aunque a veces no sepa decirlo.
El pequeño asintió despacio, con la inocencia de sus pocos años, mientras el dolor se transformaba en alivio bajo el calor de ese abrazo.
La noche cayó lentamente sobre Barcelona, y Amanda comprendió que aquella conversación marcaría un antes y un después. Había llegado el momento de enfrentar a Alejandra y proteger a su hijo de las sombras que querían apagar su inocencia.
Amanda caminaba con paso firme hacia el salón buscaría el número de Alejandra, aún tenía tiempo de hacer aquella llamada, Alejandra tenía por costumbre acostarse tarde. Sus manos temblaban, pero su mirada era pura determinación. No podía permitir que siguiera envenenando la mente de Santi, y mucho menos con mentiras tan crueles. Marco varias veces el número hasta que por fin Alejandra contesto ,….,….era una comunicación tipo conferencia, pues Amanda quería ver la cara de Alejandra y observar su reacción.
—Alejandra, ¿podemos hablar? —preguntó Amanda.
La prima de Vitto arqueó una ceja, soltando una sonrisa cargada de falsa cortesía.
—Hola, . . . como estas.... No te enseñaron a saludar?,....Claro, Amanda. Que cambiada estas, ... ¿Pasa algo?
Amanda respiro profundo para controlarse y la enfrentó directamente.
—Quiero que seas honesta conmigo. ¿Le dijiste a Santi que su padre lo considera una carga?
La sonrisa de Alejandra se desdibujó un instante, aunque rápidamente intentó recuperar su aire altivo.
—Yo solo… le hice ver la realidad. Vitto tiene demasiadas responsabilidades. Ese niño lo ata, lo limita, le quita un tiempo valioso para nosotros.Recuerda Amanda yo siempre estaré alli en la vida de Vitto, solo yo lo entiende.
Las palabras fueron como gasolina sobre fuego. Amanda, con voz grave y contenida.
—Escúchame bien, Alejandra. Te prohíbo que vuelvas a acercarte a mi hijo con esas mentiras. No tienes derecho a manipularlo ni a usarlo para tus intrigas. Santi es un niño, y lo único que necesita es amor, no tus venenos.
Alejandra entrecerró los ojos.
—¿Y qué piensas hacer? ¿Contarle a Vitto que su adorada no tiene pelos en la lengua?
Amanda no titubeó.
—Sí. Y más que eso: voy a asegurarme de que sepa todo lo que has dicho y cómo intentas destruir la relación entre padre e hijo. Tu juego termina aquí, Alejandra.
Con el corazón latiendo con fuerza, Amanda corto la comunicación, sabiendo que había dado el primer paso para proteger a Santi.
El teléfono estaba en una pequeña mesita, al lado del sofá. Esta otra llamada que era urgente hacer, podía tener consecuencias imprevisibles.
Amanda no había vuelto a llamar a Nápoles desde el momento en el que se había marchado, hacía tres años. Cualquier comunicación entre ellos había sido por medio de abogados y por carta entre Alice, madre de Vitto y ella. Aquella llamada iba a causar muchas heridas en el hogar de los Bianchi Giordani. ¡Y eso sin que ella dijera la razón que la había llevado a llamar!
Ella respiró hondo antes de marcar el número de Vitto. El corazón le latía con fuerza, sabía que esa llamada podía terminar en una discusión, pero no podía callar lo que Santi le había dicho entre lágrimas.
Vitto contestó al tercer timbre, con esa voz profunda que todavía le removía sentimientos.
—¡Cioa Amanda!… ¿pasa algo con Santi?
Ella dudó unos segundos, tragó saliva, conteniendo sus emociones y al fin habló:
—Sí, pasa algo, Vitto. Y es serio.
Un silencio expectante se hizo en la línea.
—Hoy Santi me dijo que no quiere ir contigo en las vacaciones. —la voz de Amanda se quebró—. Y no es porque no te ame, sino porque alguien le llenó la cabeza de ideas horribles.
—¿Qué? —la voz de Vitto se endureció—. ¿Qué ideas?
Amanda cerró los ojos, conteniendo la rabia y el dolor.
-Que para ti él no es más que un deber, una obligación…
Al otro lado del teléfono, Vitto exhaló un suspiro profundo y dolido.
—Dios mío… ¿quién se atrevió a decirle eso?
—Quien más, . . .Tu adorada, Alejandra —respondió Amanda sin titubeos—. En diciembre, cuando estuvo allá. Hoy, con lágrimas en los ojos, me lo confesó. ¿Tienes idea de lo que eso le causó, Vitto? Mi hijo piensa que su propio padre no lo quiere.
Vitto golpeó algo sobre la mesa, su voz vibraba de rabia contenida.
—¡Eso es una mentira atroz! Santi es mi vida, Amanda. Yo jamás… jamás lo vería como una carga. ¡Es mi hijo!
Amanda dejó escapar un sollozo, la tensión la estaba consumiendo.
—Lo sé, Vitto. Yo también lo sé. Pero él no. Y está sufriendo. ¿Te das cuenta? Si no paramos esto ahora, Alejandra puede destruir lo único que debería mantenerse intacto: el amor entre ustedes dos.







