Gálata había salido temprano con su madre y ya había encontrado el instituto donde cursaría los estudios de diseño, llegó a su casa emocionada, sin embargo, al entrar, la asistente encargada de atender a su hijo, estaba a punto de hacerle compañía en el llanto a su hijo quien estaba, histérico y la expresión de la chica no estaba mucho mejor.
—¡Quielo a mi papá! —sollozaba, con tanto sentimiento, conmoviendo a quienes lo escuchaban.
Vio a su madre y estiró los brazos hacia ella sin dejar de llorar, hipaba mientras en su rostro se dibujaba una expresión de tristeza.
—Ya mi dulce niño, no llores, vas a ponerte arrugadito como una pasita —le habló con dulzura para calmarlo.
—Si me pongo adugadito, ¿Puedo estar con mi papá? —preguntó ilusionado.
—Pronto verás a tu pap&