CONTINUACIÓN DE VENGANZA EQUIVOCADA. Gálata Ferrari, es una mujer que lleva ocho años de matrimonio con Matteo Sebastini, el hombre a quien ama desde que tiene uso de razón, a quien le ha dedicado su vida entera y por cuya causa dejó a un lado todas sus metas. Con un niño de tres años y un embarazo, piensa que su vida es como siempre la soñó, hasta que escucha una conversación de su esposo con su mejor amigo, dónde le cuenta que se casó con ella por despecho, al pensar que la mujer a quien verdaderamente amaba lo había traicionado. Sin embargo, esta regresa y con ello la felicidad sentida por Gálata se derrumba cuál si fuera un castillo de naipes, pues él se da cuenta que aún continúa enamorado de su exnovia. Matteo se encuentra entre el amor y el deber, cree terminar escogiendo el amor, no obstante, luego se da cuenta de sus verdaderos sentimientos, pero ya es muy tarde y el divorcio ya ha sido firmado ¿Qué hará Matteo para reconquistar a su verdadero amor? ¿Volverá Gálata con él o se dedicará a lograr todas las metas que había dejado en el olvido? Obra registrada en fecha 25/10/2021 bajo el número 2110259624938. Todos los derechos reservados, prohibido la reproducción total o parcial de la historia sin autorización expresa de la autora.
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Contiene escenas eróticas, si no le agrada este tipo de contenido absténgase de leer y busque otra historia sin ese contenido, como por ejemplo Gitana por Amor (También de mi autoría), es una historia hermosa y sin mucho contenido sexu4al.
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Matteo pasaba sus manos por la cabeza en un gesto de frustración, mientras conversaba con su amigo Leandro.
—Sabes las razones por las cuales me casé con Gálata, fue por despecho. Porque creí que Helena me había engañado con otro hombre y en ese momento solo quería sacarla de mi mente y mi corazón, pero ahora que ha vuelto, que nos hemos escrito, hablado por teléfono y hemos aclarado muchos malentendidos, me he dado cuenta que nada ha cambiado entre nosotros.
» Sospecho que sigo amándola, por una parte quisiera verla para saber la verdad y ver si mis sentimientos por ella siguen siendo como el primer día cuando la conocí hace más de quince años —calló por un momento mientras se quedaba pensativo—, en realidad, nunca he podido sacarla de mi mente, siempre la recuerdo y a veces siento ansiedad por tenerla de nuevo frente a mi —respondió sintiéndose miserable por su comportamiento, sin embargo, no podía m****r en su corazón y obligarse a amar a otra persona.
—¿Qué harás frente a tus sentimientos? Y si efectivamente descubres que es a ella a quien amas ¿Qué vas a hacer con esa verdad? —preguntó uno de sus mejores amigos.
Matteo pareció pensarlo por un largo momento, antes de responder.
—Realmente no lo sé, porque no puedo dejar a Gálata, menos ahora, tenemos un hijo y ¡Está embarazada! Sería cruel de mi parte hacerle esto a mi familia —expresó sin ocultar su tristeza—. Debo resignarme, al parecer no todos nacimos para ser felices, debo olvidarme de Helena definitivamente y así se lo hice saber.
—No puedes hacer eso. ¿Cómo vas a atarte a ella por los hijos, si no la amas? No es tu culpa, tú no decides a quien amar. Tienes derecho a buscar tu felicidad, si Elena te ama y tú a ella, debes ser valiente y confesarle la verdad a Gálata.
Gálata retrocedió, como si le hubiesen propinado una herida, se sintió mareada, ya había escuchado lo suficiente, se tapó la boca con una de sus manos, ahogando un sollozó, al mismo tiempo, sentía como su corazón se rompía en miles de pedazos, al escuchar las palabras de su marido. y sin poder evitarlo recordó como su historia con Matteo había comenzado.
Nueve años antes"—Paula, ¿Estás viendo lo hermoso que es? Es demasiado varonil, elegante, serio, me encanta, es el amor de mi vida, cuando apenas cumpla mi mayoría de edad le confesaré mis sentimientos y nos casaremos —suspiró Gálata enamorada, sintiendo el corazón palpitando con fuerza en su pecho.
Su amiga la miró con tristeza, porque ella también amaba a Matteo, desde la primera vez que lo vio, hacía tres años, apuesto, elegante, con esos cabellos dorados como el trigo, los ojos verdes como la aceituna, su nariz griega, con unas largas pestañas que resaltaban más sus ojos.
—¡Paula! —exclamó Gálata dándole un fuerte golpe a su amiga —. Tierra llamando a Paula. No me digas que no te parece apuesto mi Matiu —preguntó con una mezcla de sorpresa e ilusión.
Paula la miró con un poco de vergüenza y asintió.
—Si amiga, es muy lindo tu Matiu, siempre te lo he dicho —pronunció con aparente tranquilidad.
No obstante, se sentía como una traidora, con el solo hecho de sentir atracción por el joven, debía buscar la manera de mantenerse alejada de Matteo, porque nunca haría nada que dañará su amistad con Gálata, era la única amiga que había logrado hacer y con la cual su padre le había permitido relacionarse desde que tenía catorce años y ya cuando el tiempo pasó, que Martina había llegado a formar parte de sus vidas, ya era demasiado tímida para intentar hacer otras amigas, aparte ninguna podía compararse con su amiga del alma..
—Ven acerquémonos a dónde están ellos, quiero verlo más de cerca —propuso Gálatas sacando a la otra chica de su ensimismamiento.
Las dos se acercaron lentamente a la parte del jardín donde estaban sentados los mayores conversando, sin embargo, las dos se detuvieron justo cuando llegó una mujer hermosa, rubia, con unas curvas bien proporcionadas, vestida con un enterizo negro que se ajustaba a las perfectas curvas de la chica, lo cual les causó malestar a las dos.
Vieron como Matteo la tomó de la mano y la besó de forma apasionada con una sonrisa, luego se apartó acarició su rostro y le dio un beso en su nariz, para después alzarla, giraba con ella, sin dejar de exhibir esa calidez y la alegría de su mirada. Gálata sintió su corazón encogerse en su pecho, el aire le faltaba, tenía la impresión de que sus pulmones no tenían suficiente oxígeno, las lágrimas rodaron por su rostro, incluso hubiese caído al suelo si su amiga Paula, no la hubiese sostenido, para impedirlo.
Aunque ella también estaba con el corazón roto, pues le dolía ver a Matteo con otra mujer, sabía que el dolor de su mejor amiga era mayor, pues ella lo llevaba en su corazón desde muy temprana edad.
—Vamos Gálata, mejor salgamos de aquí, no vale la pena permanecer en este lugar. Vayamos a mi casa a jugar con los trillizos, eso siempre nos hace sentir bien —la joven asintió sin fuerza, dejándose llevar por su amiga, se sentía como una muerta en vida, como si de repente su mundo se le hubiese derrumbado encima.
Cuando estaban dirigiéndose a tomar el auto, apareció su padre, pero ellas estaban tan afectadas por lo que acababa de suceder, no se dieron cuenta de su presencia, sino cuando el hombre se paró frente a ellas.
—¿Qué sucede Gálata? ¿Por qué estás llorando? ¿Quién te hizo daño?—indagó Sebastián, sin poder ocultar su expresión de enfado.
—Nadie me ha hecho daño papá —señaló limpiándose las lágrimas que habían comenzado a rodar por sus ojos sin que se diera cuenta—. Solo he sido yo, he puesto mis expectativas más allá de mis posibilidades y es doloroso darse cuenta de eso."
*****Volvió al presente y se dio cuenta cuan vigente estaban sus palabras y con cuánta claridad había visto la verdad cuando solo era una joven de diecisiete años, luego se dejó deslumbrar por lo que siempre quiso y allí estaba con casi veintiséis años, con un bebé de tres años y otro en camino, recibiendo el golpe más grande que una mujer enamorada podía recibir, descubrir que su marido, con quién has estado viviendo por más de siete años, ama a otra y solo se casó contigo para olvidarse de su amor de juventud, eso dolía demasiado, era peor a sufrir cientos de puñaladas en el pecho.
“Repito con la más vehemente convicción: la verdad está en camino, y nada la detendrá." Émile Zola.Otra vez estaba allí, en el altar, esperando a la mujer que amaba, la primera vez que se casó con ella fue un acto de despecho, según él para tratar de olvidar a quien creía era su verdadero amor, sin saber que el destino tenía algo mejor preparado, porque lo estaba premiando al poner en su camino a la mujer de su vida, cuyos sentimientos por ella no podían ser comparados con ninguno, porque simplemente Gálata y todo cuanto representaba en su vida, era único.No obstante, hoy todo era muy diferente, al punto de no poder contener esa profunda emoción que se agitaba en su interior como las hojas al viento, todo valió la pena, cada momento de angustia y de separación sirvió para escudriñar en sus sentimientos y descubrir que no existía más nadie en el mundo a quien amara, sino a su bella y pequeña esposa, su Gálata Ferrari, la mujer que lo hizo volver a v
A las nueve de la noche Matteo se dirigió al hotel donde quedó en verse con Morozov, apenas entró a las instalaciones pudo visualizar a los hombres ubicados en sitios estratégicos en el perímetro exterior, estacionó el auto y caminó hacia el área del restaurante.En la entrada una anfitriona le dio la bienvenida y lo guió al reservado donde lo estaba esperando Morozov, cuando lo vio entrar, despachó al hombre con quien estaba conversando y se quedó viendo a Matteo con una expresión inescrutable.—Había esperado que estuvieras solo, después de todo esa fue una de las condiciones. Yo vendría solo y tú también, sin embargo, todos tus hombres rodean el hotel —expresó Matteo mirándolo con aprensión.—Técnicamente, podemos decir que estoy solo, la única persona que estaba conmigo le pedí marc
Matteo la abrazó, enseguida la pasión entre ellos se desbordó como un voraz incendio, empezaron a besarse con necesidad como hambrientos a quien se le ha negado el pan por mucho tiempo; el hombre prácticamente arrancó su ropa dejándola desnuda en sus brazos, empezó a recorrer cada resquicio de su cuerpo, con su lengua saboreó el dulce sabor de su piel, mandando una especie de pequeñas descargas eléctricas a cada una de sus terminaciones nerviosas, haciéndola vibrar de placer.Ella pasó con suavidad sus manos por el tórax de Matteo y este se sintió arder como una brasa expuesta en una chimenea, sus cuerpos se reconocieron, se deseaban y se amaban, se sentían completos.—¡Quiero demostrarte cuanto te amo Gala! —habló el hombre sosteniendo su rostro para verla, al mismo tiempo que frotaba su pelvis contra la de ella, sacándole un gemido
Felipe no dudó en dispararle a Leila en el pecho, pues lamentablemente no le quedó otra alternativa, porque la mujer estaba dispuesta a matar a Gálata. —Matteo, por favor —rogaba Gálata sin deja de abrazar su cabeza— Amor, abre los ojos, no quiero que te suceda nada, si te pasa algo malo no lo soportaría, prefiero verte lejos de mí aunque vivo. No tienes idea el dolor que sentí cuando murió nuestro bebé, no sabía que estaba creciendo en mí… ese día cuando te vi con Leila creí morir en vida, tuve la sensación de estar en una bruma, cuando me caí y me llevaron a la clínica y me dieron la noticia, por un momento te odie, tanto que desee verte sufrir por haberme engañado y provocado la muerte de nuestro hijo. » Después de darme cuenta de que ese sentimiento era temporal producto de la rabia de ese momento, decidí huir porque de solo pensar en verte con alguien distinto me enfermaba, además, una parte de mí temía que si me quedaba saldría corriendo para estar a tu lado y
Gálata sentía su corazón palpitando con fiereza en su pecho, quiso girarse para ver a la persona que la sostuvo, más este no se lo permitió, manteniéndola pegada con fuerza a su pecho, enseguida sintió la dureza del hombre en su trasero y no pudo evitar susurrar con voz ronca. —¡Matteo! —pronunció casi sin aliento, pese a no haberlo visto, su cuerpo lo reconocía muy bien. —Me alegra que tu cuerpo sepa quién es tu dueño… —pronunció mientras le mordisqueaba el lóbulo de su oreja, mandándole miles de sensaciones a cada una de sus terminaciones nerviosas. —Y veo… Que el tuyo también sabe… quién es su dueña —respondió haciendo pausa entre una palabra y otra, por la intensas emociones que se agitaban en su interior. Matteo la giró y empezó a besarla como un poseso. —¡Te amo Gálata! No he dejado de extrañarte, ni pensarte, a cada minuto estás en mi mente, nunca te has ido dentro de mí, te he vigilado cada día durante estos años, me has converti
El tiempo fue pasando, los días se convirtieron en semanas, en meses e incluso años, Gálata se dedicó por completo al diseño y fabricación de joyas, su negocio creció y terminó abriendo una sucursal en Roma.Quería encargarse ella misma de la sucursal romana, porque era su forma de demostrar que podía salir adelante como ella sola y no por ser la hija o esposa de alguien de dinero, deseaba llegar por sus propios medios. De esa manera el camino era más largo, pero le traería mayor satisfacción, saber que pudo lograrlo a pesar de tantos altibajos, resistió y salió vencedora.Se buscó otros proveedores de piedras preciosas, no obstante, era inevitable tener la sensación de que alguien influía para que le suministraran siempre lo mejor de lo mejor, al final, no quiso reflexionar sobre eso, porque no quería complicarse la vida y tampoco estar
Último capítulo